miércoles, 2 de julio de 2014

El hincha viejo (mundialeras #4)



            «Gol agónico» titularon los diarios. Es cierto, porque el padecimiento de atravesar dos horas completas, con sus 7.200 segundos, teniendo el puño apretado, la garganta sucia por los insultos y la tos, además de los estertores al ritmo de los ataques frustrados y las salvadas milagrosas; hicieron de este partido de octavos un remar con dos cucharitas de helado en la laguna Estigia. Como todos sospechábamos, para llegar al exquisito centro del bombón suizo había que cavar y cavar hasta encontrar el manjar de la victoria.

            Nos salvaron los palos: uno de ellos fue Di María. El otro –el de hierro- se llevó todos los aplausos. Como cuando Homero Simpson fue al espacio exterior, auxilió a toda la tripulación con una inerte barra de carbón y al regresar solo la homenajearon a ella.

            Luego de este partido me enteré de dos cosas. La primera, lo poco que conocemos de Suiza. Los chistes se limitaron a los relojes (cuando sabemos que hace décadas todo el mundo usa los japoneses) y la chocolatería. ¿Cómo relacionarlo con un partido de fútbol? (Nótese los esfuerzos del primer párrafo). Cuando no, recordar la neutralidad de los helvéticos durante las guerras o su complicidad oscura con las cuentas bancarias. Punto. El humor y los suizos se conectan menos que nuestro mediocampo con los delanteros. ¿O acaso alguien se rio alguna vez viendo a Heidi?

            La segunda fueron los festejos en la calle. «¿Qué mierda festejan, viejo?», le grité a los adornos del living. Pero al rato me di cuenta de que el viejo era yo. Me asomé y vi cómo numerosos grupos de jóvenes pasaban con locura albiceleste: banderas, bocinazos, caras pintadas, bufandas y bonetes. Con precisión de relojería suiza saqué una cuenta: nadie pasaba la veintena. A esa edad yo ya había vivenciado el logro de dos campeonatos mundiales, un subcampeonato épico y dos copas América. ¿Cómo hacer una celebración popular por solo conseguir el pase a cuartos? «Tus triunfos, pobres triunfos pasajeros», decía el tango. El siglo veinte cada vez nos queda más lejos a los hinchas ochenteros y la alegría en VHS es una cinta gastada a punto de cortarse. Quizá, ser «contemporáneo del mundo y del mundial», parafraseando a Joaquín Giannuzzi, nos acerque a las magias parciales y posibles de este equipo para que nos permitamos disfrutar, poco a poco, el camino hacia la tan anhelada gloria.

HERNÁN SCHILLAGI  


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