jueves, 28 de enero de 2010

Los reyes son los hermanos


Un día de reyes cuando finalizaban los ’80, mi abuela nos regaló a mi hermano y a mí un caleidoscopio a cada uno. Tal vez Melchor, Baltazar o Gaspar habían desplegado sus dotes manuales, pero nos miramos cómplices con mi hermano y corrimos hasta la vereda para sentarnos en la acequia con los pies colgando.

El agua corría fresca y nos mojaba los cordones desatados. Nos pusimos sin más a mirar el sol del verano. No éramos dos idiotas, como dice la canción de Spinetta, sino que girábamos el cilindro de cartulina para descubrir las formas geómetricas que, según nos habían prometido, jamás iban a repetirse.

Al comienzo sentía cómo pasaban los autos y los micros, pero una flor de colores inquietantes se me presentó en el aire para abducirme como una nave espacial. Luego se formó un arcoiris de bolsillo, una vuelta más y el ojo vidrioso de un dragón me vigilaba. Hasta que sentí que me tocaban el hombro y, aún con los reflejos multicolores en mi retina alucinada, mi hermano extendió la palma y me dijo: “Mirá, lo desarmé y adentro tiene unos pedacitos de vidrio, tres lentejuelas y unos trapos. ¿A ver el tuyo?”.

lunes, 18 de enero de 2010

Apuntes de sal

(Un blogger en vacaciones)

  • Pinamar (y las localidades de la Costa Verde) conserva la mayoría de sus calles sin asfaltar. Casi todas son de arena y sin veredas. A la segunda cuadra, las ojotas se quedan varadas en la esquina como en un dakar vacacional. Por lo mismo, los perros cagan en cualquier lugar sin ninguna culpa. Si Donald viniera aquí cantaría con el dedo señalando al piso: El viento y la arena... un mojón, un mojón.
  • Primer día en la playa: dos chicas haciendo topless con sendos stickers en los pezones. Los señores casados del grupo (entre los que me encuentro) sufrimos una transformación diligente. "¿Alguien quiere ir a buscar agua caliente?" "¡Yo, yo!", decíamos. "¿Quién se vuelve al departamento a buscar un saquito de té?" "¡Yo voy!", se me adelantaba mi amigo. Todos los caminos, obviamente, conducían hacia los stickers. En los días siguientes no aparecieron más. Así que convenimos en que había sido un espejismo y después hicimos los mandados a regañadientes.
  • Un berretín pseudorromántico que se repite cada verano es ir a ver el amanecer sobre el mar. Aprovechamos la noche de año nuevo y aguantamos -fernet en mano- hasta las 4 a.m. No dábamos más (habíamos viajado 24 horas). Nos comimos todos los turrones, las garrapiñadas y el melón pepino de la melancia. Cuando íbamos a declinar, un canal de música puso los mejores videos de Michael Jackson: Bad, Thriller, Billie Jean... ¡Cómo levanta el desteñido! A eso de las 5:15 fuimos a pie hasta el muelle con las digitales a punto caramelo. El primer amanecer de 2010 fue de un nublado rabioso. Black or white.
  • Si Borges tituló uno de sus cuentos más conocidos "El libro de arena", no fue porque éste hablaba de un libro infinito que se multiplicaba a los ojos de los lectores. Debe haber sido cuando leía en la playa junto a Bioy y las Ocampo en Mar del Plata que se le ocurrió. ¡Cómo jode la arena en los ojos para leer! Los libros comienzan a crepitar, se arquean por la humedad de la bruma y las manos con bronceador les dan el tiro de gracia. Pero -sin duda- debe ser el momento más parecido a las vacaciones soñadas durante todo el año laboral.
  • Nadie me va a discutir que las pelirrojas son una belleza inesperada. Nuestras curiosas retinas están preparadas para miles de morochas, cientos de castañas y muchas rubias que nos roban el aliento. Bien, en la Costa Verde (Costa Roja la empezaré a llamar desde ahora) me crucé con coloradas a cada minuto y todas eran -a su modo- hermosísimas. Aunque luego comencé a preocuparme: ¿Y si son una secta que se reúne durante los veranos aquí? ¿Y si quieren dominar el mundo con sus cabezas de remolacha? ¡Hasta vi a familias enteras con sus pecas y crestas de fuego hipnótico! Como un Fernando Vidal playero, me propondré redactar "El informe sobre pelirrojos".
  • Nos esperan 1400 kilómetros de ruta. ¿Quién dijo que leer es como viajar estando quieto?

domingo, 3 de enero de 2010

Lo que dura un cigarrillo



Está sentada en el umbral. Los pies separados y sus rodillas juntas hacen crecer un triángulo falaz. Espera. Tiene el codo clavado en el vértice superior y desde allí se extiende el brazo. Gesto de sostener por una eternidad un marlboro. Desespera. El humo le hace rulos a su melena oscura. La boca se le abre para volverse más amarga. Una boca que dijo, Sabías cuidar de mí. Como un perro, me lamías antes de enterrarme.

La esperanza también puede ser un hueso sucio. Bocanada final.