jueves, 21 de febrero de 2019

Una lectura repetida


Durante el invierno de 2001 leí por primera vez Todos los nombres. En las frías noches de insomnio, con el libro en la mano, acompañaba el sueño de mi mujer embarazada. La novela de José Saramago cuenta la historia de un escribiente del Registro Civil que por azar y por necesidadsale en busca de una mujer desconocida. También nosotros, a nuestro modo, estábamos gestando a una «mujer desconocida» que este año va a alcanzar su mayoría de edad. Así, el tiempo nos obliga, como padres, a reconocerla, a releerla. Casi 18 años después volví a visitar estas páginas con ese recuerdo que no deja de latir ni de maravillar: «No parezco yo, pensó, y probablemente nunca lo había sido tanto...».



HERNÁN SCHILLAGI

viernes, 8 de febrero de 2019

Tu lengua lo resiste



Spinetta y los Socios del Desierto, Teatro Independencia, Mendoza, 1997.


«Esto es un desierto, asociémonos...». Corrían los años ‘90 y de esta manera, Luis Alberto Spinetta lo invitó al baterista Daniel Wirtz para formar una banda, a la que se sumó luego Marcelo Torres en el bajo. Eramos tres, también, y nos sentíamos en medio de un páramo mendocino y letal. Al mismo tiempo, nos unía de un modo tan extremo la literatura que la música era una excusa para juntarnos a hablar de Artaud, del ejemplar todo descosido de «El pesa-nervios» que yo había encontrado en la facultad, de «Las enseñanzas de don Juan», de los poetas mendocinos que lo citaban como un mantra, de cómo el surrealismo hacía que sus letras fueran un poema roto que se abría y cantaba imágenes alucinantes («Árbol, hoja, salto, luz, aproximación // Mueble, lana, gusto, pie…»). No entendíamos mucho, pero eso también formaba parte del encanto. Con nuestros veinte años éramos, además, un power trío unplugged, o bien, tres pibes enchufadísimos a la corriente alterna de los libros. Así, entramos medio temblando al teatro y subimos las escaleras hasta las económicas y oscuras butacas del Paraíso. Spinetta volvía ¿de dónde, de qué planeta distante, de qué nebulosa inaccesible? con una formación básica de guitarra, bajo y batería que recordaba a sus míticas bandas de los ‘70. «Agárrense de las muelas», dijo como intro nada inocente para «La luz te fue», y la electricidad nos sacudió: «Alimenta tus fantasías, no tus vanidades, nena...» . En un momento, alguien del público gritó que tocara «Muchacha». Entonces, el Flaco, estiró el mentón para adelante, cruzó los ojos y puso esa voz malévola y tierna del que se burla -pero avisa- para responder: «Vieja, traé la bolsa de agua caliente...». Con ironía y velocidad interestelar, este rabioso hombre de lata nos demostraba que el rock, en efecto, sí había muerto; siempre y cuando no se lo ejecutara de esa forma tan intensa como demoledora. Un recital, un recuerdo, una lengua que resiste el paso del tiempo.



HERNÁN SCHILLAGI