jueves, 29 de mayo de 2014

La loca ruleta musical


La netbook sobre la tele abre su boca de cibersapo. Los parlantes conectados mejoran un sonido bastante latoso y amarrete. Así, un nuevo juego se presenta ante jóvenes –treintones y cuarentones- que para combatir el sueño y el aburrimiento en las reuniones han creado «La ruleta musical de YouTube». El grupo termina de comer y, fernet en mano, se van turnando para buscar una canción. Cada integrante tratará, entre las canas de su memoria, sorprender a los demás con un tema exótico del tipo «Movidito, movidito», del cordobés Sebastián, o el «Aserejé», de las Ketchup; todo acompañado por sendas coreografías lastimosas. YouTube nos vuelve variopintos y nos aleja de la dignidad rockera. Como también, el motivo puede ser una consigna generacional: «Lentos de los ‘80», «Románticos Latinos», «Divas de la Canción Española». Por lo tanto, aparecerá en la pantallita un lozano Tom Cruise arriba de una moto a toda velocidad para quitar la respiración, un Luismi abolerado y con pelo verdadero, una gata bajo la lluvia maullando en la voz de la Durcal. Somos los «jóvenes de ayer» a los palos con la Parca. Sin embargo, como en toda ruleta, de vez en cuando una bola sale mala o se nos escapa algún que otro tiro inesperado. Entonces, alguien alocadamente tipea letra por letra «Jugate conmigo» o «Canción del Tubby 3 y 4» y coros deformes desafinan un juego donde nadie gana, pero grandiosamente tampoco se rinde. 


HERNÁN SCHILLAGI

domingo, 4 de mayo de 2014

Un poema para cuando escampe



hombre en la cima

la lluvia se detuvo como para hacer efectiva
una sentencia inequívoca y popular
entonces el hombre de la casa sube al techo
las goteras han desafiado su guarida
filtrado el barro de su seguridad
para dibujar a pulso mapas en el cielorraso
un territorio húmedo y ondulante
sobre la inexplorada cabeza familiar

a mayor altura menor infraestructura
y cada paso del hombre arriba cruje abajo
marca grietas al silencio de la siesta
pero impermeable avanza ante el sol

así tapa huecos como se borran los recuerdos
como se cubre un cadáver en la ruta sin arte
ni sangre que lo identifique porque este hombre
sobre el pecho siente toda la presión atmosférica
de estar siempre por encima de todos los problemas


HERNÁN SCHILLAGI




jueves, 1 de mayo de 2014

Recuerdo animal




Cuenta la leyenda familiar que, cuando yo era apenas un bebé, teníamos un tero en el patio. Sí, leyeron bien. Al excéntrico de mi padre se le había ocurrido cohabitar, en una casa de barrio de los setentas -con su breve patio y cochera abierta-, con esta emplumada mascota propia de las mansiones de Beverly Hills. Como un prototipo biológico de alarma hogareña, pasamos una desvelada primera noche de estentóreos graznidos. A la mañana siguiente, mi vieja fue a colgar la ropa y vio el pasto todo alfombrado de bolitas de caca. Un mar insalubre se agitaba a sus pies. El bicho y sus descocados gritos salieron volando. A partir de allí, las mascotas se estandarizaron, pero no con mejor suerte: gatos que me enronchaban, tortugas que se enterraron solas, catas que abandonaron el nido, perros fugados y todo así. Como decía el tango, ni el "tero" del final te va a salir.

HERNÁN SCHILLAGI