jueves, 24 de diciembre de 2009

Un soneto para (no) brindar


paz de noche


uno a uno caen copos de nieve
son números de una registradora
que acumula como una topadora
este frío saldo del dos mil nueve

uno a uno cayeron los artistas
a esa forma de sueño que denigro
fue «el año que vivimos en peligro»
como el perro que cruza la autopista

fue farrah fue peña también mercedes
fue michael sin seña ni caminata
lunar mas al que brilla no lo mata

la muerte con su olvido y sus paredes
no hay brindis si mengua la compañía
por eso mi copa hoy está vacía



para brithany murphy,
que no entró por la rima

viernes, 18 de diciembre de 2009

Cuando aliviarse hace literatura


¿Cuántas veces en el medio de una conversación tan apasionante como sesuda con amigos hemos interrumpido nuestras argumentaciones para ir al baño? “Disculpen, me voy a echar una meadita y la seguimos”. Frase falaz si las hay, pero que de ningún modo nos desautoriza ante la tribuna enfervorizada con el último partido de la Selección o el uso del narrador heterodiegético en una novela actual. Uno se aproxima al trono de loza, levanta la tapa y al “desaguarse” las ideas comienzan a tomar formas nuevas, sin crispaciones ni urgencias. Al salir del baño, la vejiga aliviada – que había estado comprimida por los demás órganos más de lo acostumbrado- es un motor en marcha para refutar cualquier diatriba reaccionaria contra el gobierno o algún escritor en ciernes.

El reflejo miccional –me ilustra Wikipedia- es un proceso medular automático, y si no se consigue, al menos provoca el deseo conciente de orinar. Es por eso que la tensión creciente propia de la estructura narrativa –el nudo le llamarían los profesores de la secundaria- antes del desenlace, provocaría en los nerviosos personajes de una novela o un cuento, una sensación muy semejante a las ganas de ir a hacer lo “primero”. Unas ramplonas ganas de mear, bah. No estoy desvariando, si hasta hay una propuesta de un tal Miguel U. de incluir el vómito en la literatura: “El vómito como final siempre funciona bien. Literariamente digo.” Siguiendo su línea de fundamentos, elevo la apuesta a una necesidad fisiológica mucho más frecuente que la expulsión violenta y espasmódica del contenido del estómago: propongo que las ganas de orinar son un lógico final para las tremendas ansiedades que experimentan personajes como Juan Preciado o Artemio Cruz en las ficciones.

Cualquier valiente que atravesó hasta el final ese ladrillazo denominado “Sobre héroes y tumbas” me dará la razón cuando hacia las últimas páginas, Martín Castillo y el camionero Bucich protagonizan uno de los finales novelescos más plásticos y prosaicos de la literatura argentina; escribe Sabato: “El cielo era transparente y duro como un diamante negro. A la luz de las estrellas, la llanura se extendía hacia la inmensidad desconocida. El olor ácido y acre de la orina se mezclaba con los olores del campo…” Para conluir así: “Y entonces Martín, contemplando la silueta gigantesca del camionero contra a aquel cielo estrellado; mientras orinaban juntos, sintió que una paz purísima entraba por primera vez en su alma atormentada…”. Hemos acompañado al castigado protagonista durante 550 páginas en un tórrido y suicida romance con una chica que por poco lo lleva a la destrucción, para darnos cuenta que una simple meadita en la llanura pampeana le devuelve la esperanza y la paz. ¡Qué final más cercano a la realidad, señores!

Si volteamos la mirada a otras obras, hasta encontraremos respuestas a dudas existenciales de algunos personajes. El casi jubilado Martín Santomé de “La tregua” anota en la última entrada a su diario íntimo –muerta ya la mujer de su vida-: “Me siento simplemente desgraciado. Se acabó la oficina. Desde mañana y hasta el día de mi muerte, el tiempo estará a mis órdenes. Después de tanta espera, esto es el ocio. ¿Qué haré con él? Mejor me echo una meada.” Mario Benedetti tenía la respuesta más sensata a mano y no la supo ver. En fin.

Por otro lado, nadie me puede negar que hubiese sonado más verosímil si el elegante unitario de “El matadero”, en lugar de reventar de rabia por los ultrajes de la chusma rosista, sólo se hubiera desaguado sobre sus calzones por los nervios que el caso imponía. En el exilio, Echeverría no había dejado de ser un romántico. Faltaban, hay que reconocerle, unas cuantas décadas para que Duchamp y su mingitorio “revolucionaran” el arte. También qué tranquilas al terminar “El juguete rabioso” se hubieran quedado las “buenas conciencias” de la sociedad si, en vez de solazarse con su traición al Rengo, Silvio Astier hubiera hecho un verdadero “mea” culpa de su deleznable acto. Y no hubiese sido, por último, más evidente la cobardía de Alberto Aldecua si, al ver caer los álamos talados de su adolescencia, no se hubiera empapado las piernas con su propia e infame orina.

Finalmente, aquí no se quiere hacer un revuelo escatológico en el borde de las paredes de la literatura del nuevo siglo, sino salpicar apenas con un aporte realista, aunque quizá semió-tico, para la resolución de las tensiones creadas de futuras obras narrativas. Ya lo dijo Borges en uno de sus sonetos más famosos: “No nos une el amor sino el espanto/será por eso que la meo tanto”.

sábado, 5 de diciembre de 2009

La cajera sale a las 22


Soy la cajera del súper. Hace siete horas que no me levanto de la silla. Pasan el suavizante, el raid max, los caldos light, la mayonesa, el maple de huevos como una línea de naves espaciales que yo elimino con mi rayo láser. Tengo prohibido ir al baño y quiero gritarlo.

Mi lengua es un tícket que no puedo arrancar.

Pero hay una esperanza que no tiene precio: en media hora dejarán que me cambie los pañales.

miércoles, 25 de noviembre de 2009

Oda al peatón retirado


Punto muerto/Dichoso aquel

Qué descansada vida la del que huye hacia el mundanal ruido en cuatro ruedas y motorizado. Luego de apechugarla años y años a pie o, en su defecto, en bicicleta, tengo un auto.

Primera/Un poquito a pie y otro caminando

Apenas empecé a trabajar, la escuela me quedaba a más de dos kilómetros, así que me los caminaba casi a diario. La mirada del que transita con sus dos extremidades inferiores es muy diferente a la de los cómodos automovilistas. El relieve de las veredas se vuelve una geografía amenazante, el lado de la sombra es la región a conquistar y el sudor en la frente se vuelve un combustible más que renovable. El peatón jamás llega tarde, ya que es el único estúpido que debe salir más temprano que todos. Recuerdo que veía pasar tantos autos por el bulevar y pensaba “aunque sea uno de estos podría llevarme”. Ese tipo de solidaridad urbana nunca sucedió, era más factible que me pidieran que los empujara porque no les arrancaba el motor.

Segunda/El profe “Buenaverdura”

Después me encaramé a una bicicleta azul. Reacondicionamos la que le habían regalado a mi mujer a los 15 (¡porca miseria!). Creo que Atlas no ha soportado tanto peso en sus hombros como yo en mis dos piernas. La bici era carne de perro, pero estaba hecha con el acero de los cañones del Ejército de los Andes: un plomo con ruedas. Sin embargo, ser ciclista es otra cosa. Ya podía salir 20 minutos después al lugar de destino, pasar los semáforos en rojo, ser presa de canes malaonda y llegar con la melena toda revuelta. Justo en esa época estaba la novela de Osvaldo Laport, que era “el profe de Literatura rodado 24”. Hasta la última promoción que vio ese bodrio me tuve que bancar que mis alumnos me gritaran “ahí va Franco Buenaventura”. No tendré el lomo del uruguayo, pero la tonicidad de mis muslos eran envidiables de tanto pedalear.

Tercera/Máxima velocidad

Sin embargo, el hada madrina de las ciudades convirtió el zapallo de la bici en un Citroën 3CV rojo, modelo 75. Un añito más que su dueño, el latoso; aunque quizá más entero. No será la citronave que llevó por toda la Península Ibérica a los personajes de “La balsa de piedra” de Saramago, pero arranca a la primera en las mañanas. Para meter los cambios hay que hacer más fuerza que para manejar un tractor con arado y en las calles con serruchos salta más que un canguro con colitis. No por nada el techo es de cuerina y rebatible. Es preciso que la cabeza del conductor no esté rota para manejar, por eso no paso de los 50 km por hora.

Marcha atrás/Los que de un falso 0km se confían

Creo que uno es peatón hasta que se demuestre lo contrario. ¿De qué modo? Odio buscar estacionamiento, me pone nervioso el semáforo y los malabaristas, aún no me saco mocos esperando la luz verde, me olvido de apagar las luces y cerrar con llave las puertas. ¿A quién le devuelvo este miedo a que me lo roben/rayen/abollen o caguen las palomas? Hasta el momento, la sabiduría de Quino en la voz de Mafalda me reconforta cuando se refería al Citroën: “Es uno de los pocos autos en los que lo importante sigue siendo la persona”.

jueves, 12 de noviembre de 2009

Fundación mítica de la diversión


Ansioso, no esperé tener el contacto con las verdes sierras puntanas ni encandilarme con el áspero azul de El Carrizal. Bocinas mediante, he aquí el poema (mejor dicho, post-ema):

Fundación mítica de la diversión


Igual que en la vidriera irrespetuosa
de los cambalaches
se ha mezclao la vida

Enrique S. Discépolo


jugábamos a que un anillo
podía volar hasta atraparlo
y en un pase mágico fuera una luciérnaga
jugábamos porque la siesta
era eterna y todas las hojas de los árboles
no alcanzaban para esconder el sol
jugábamos lo sabés
a que un pedazo de yeso
podía dibujar a los saltos el cielo

porque no nos quedaba otra jugábamos

porque en la tele había dos canales
media hora de dibujos y gente seria
que oscurecía las nubes con malas noticias
y porque además el nintendo y la playstation
estaban tan lejos que nos divertíamos
al crear del aburrimiento un mito

domingo, 1 de noviembre de 2009

Cómo escribir un poema



Todo aquel lector que fantasea con el momento en que un poeta se sienta a escribir –atraído y atrapado por las musas inquietantes-, seguramente piensa que hay un clima propicio para la “inspiración”, un encadenamiento mágico de sucesos que favorecen la salida de los versos en un acto de éxtasis único y sibilante. Sin embargo cuando Alejandra Pizarnik escribió que “en oposición al sentimiento del exilio, al de una espera perpetua, está el poema -tierra prometida-"; tal vez quiso decirnos que, para llegar a la ejecución de un texto más o menos potable, antes hay que atravesar por las piedras y espinas de la vida cotidiana.

Cuando recién nació mi hija estaba sin trabajo (Argentina 2001, ¿les suena?). Entonces, mi mujer se iba a dar clases y yo comenzaba con la limpieza del dos ambientes. Las magras ollas entraban en franca ebullición y, como si fuera poco, la niña cada cinco minutos lloraba por mi atención. Pero nada impedía que encendiera mi 486, hiciera click en el Word e intentara picotear el teclado como un gallo que escarba en el patio por el sustento diario. Con un ojo miraba la hornalla de la cocina, con el otro seguía el derrotero del poema y con una pierna hacia un costado mecía el cochecito con la punta del pie para que la bebé durmiera al calor de la pantalla del monitor.

¿La intimidad de la noche? ¿La mesa de un bar oscuro de humo y alcohol? ¿La verdura de un campo florido? ¿El rumor de las aguas al caer? Mucha literatura ha corrido por las cunetas para que la idealización instale en las personas el llamado irónicamente locus amoenus de la creatividad. Ante las distracciones de la vida posmo, los escritores han ido formando en su interior anticuerpos como las sordinas de un piano. Pero justamente, el lugar de mi casa donde hoy escribo (lo que llamamos “el escritorito de la computadora”), poco a poco está entrando en emergencia sanitaria. Paso a más detalles:

Las dimensiones son de 3x2 y da a un patio no mucho más grande. A este “cubículo creativo” lo rodea, sin exagerar, el atolón bullanguero más potenciado del universo. Al este hay una playa de estacionamiento donde entran y salen autos y el portón da sus férreos gritos al cerrarse, pegado viven unos pibes con la madre, y ensayan allí con su banda de heavy metal ¿Necesito decir más? Hacia el norte, tengo a mi vecino artístico. Me corrijo, herrero artístico. Así que sus chirridos de sierra madrugadores, sus golpes -tan certeros como siesteros- crean una armonía punzante en mi cabeza que la van ovalando hasta que, de tan castigada, abandona todo intento de escribir. En el punto cardinal opuesto se encuentra lo peor: el fatídico sur. La insomne parada de micro, la salida del colegio, las flechas silvadoras del lavadero, el pelotero perverso donde ningún cumpleaños será feliz (al menos para mí). Finalmente, hacia donde se pone el sol, unos departamentos en construcción destruyen lo poco de paciencia que me queda. Todo esto sampleado por la molienda de la fábrica de conservas más grande de la zona, apenitas cruzando la calle.

Entonces, ante tanta conspiración auditiva, el destierro se impone como opción. La tierra prometida de la que hablaba la poeta, por el contrario ¿será el silencio? Porque de otro modo: ¿Cómo escribir un poema?

viernes, 23 de octubre de 2009

Álamos tarados



Cuando era chico no existían. Mis problemas se limitaban a la alta dosis de polen en el aire por el comienzo de la primavera. Pero no vienen los japones e inventan un híbrido: el álamo I-214, que tiene la capacidad de crecer 50 veces más rápido que nuestro álamo criollo.

Todo bien. Sin embargo, el "doscatorce" traía un facón irritante bajo el poncho a cambio de su hiperdesarrollo. ¡Las pelusas!

Entonces, desde hace un tiempo, todos andamos a las toses, a los estornudos; y las narices parecen canillas mal cerradas. Las pelusas salen como un ejército flotante a la mañana, avanzan con el tanque del Zonda como aliado y aniquilan sin piedad a la raza sensible de los alérgicos. A la noche se ocultan victoriosas.

Qué falta de elegancia para la estación del amor. Ahora en vez de babear, moqueamos.

Al que le guste el álamo veloz, que se aguante la pelusa.

viernes, 16 de octubre de 2009

La construcción de un (segundo) nombre


Las hinchadas de todo el mundo jamás lo corearon. Pero sí hay que reconocer que cuando acompaña al primer nombre y al más que reconocido apellido, aporta una musicalidad en suspenso -prestada del gerundio- que lo hace inolvidable: Diego ARMANDO Maradona.

De los extremos que salen de esta denominación sólo voy a decir que con pronunciar “Diego” uno ya sabe inmediatamente de quién se habla, como un hipervínculo de alta velocidad en el cerebro. Lo siento por grandes actores como Peretti, Reinhold o Capusotto. Me lamento, también, por los personajes De la Vega y De Zama; televisivo uno, novelístico el otro. Diego es sinónimo de “Maradona”, tanto como ese apellido lo es de Argentina en el exterior. ¿Alguien se atrevería a negarlo? Hace un tiempo tenía la incomprobable teoría de que un futbolero cualquiera pronuncia “Maradona” al menos una vez por día. Eso, multiplicado por millones, “ojearía” hasta el más pintado.

“Señores, yo estoy cantando/lo que se cifra en el nombre” se excusaba Borges al describir al compadrito porteño Jacinto Chiclana. Es que Maradona consiguió lo que a muchos no les alcanza una vida completa: que tu propio nombre sea un símbolo, un emblema más allá de todo. Sin embargo, “el 10” logró esta cima de manera meteórica en su juventud a fuerza de genialidad con la pelota y coraje en la cancha.

Desde entonces, Diego tiene un propósito secreto, un desafío oscuro y arduo: llenar de significado su segundo nombre, cuando el primero aturde toda posibilidad. Por lo tanto, el futbolista más grande de la historia viene construyendo, “armando” desde hace años otra figura de humedad corrosiva que, poco a poco, ha venido carcomiendo los cimientos del héroe del ’86, del vengador de la piratería inglesa, del que se enfrentó a los poderosos con el descaro de una gambeta.

Por eso hemos visto con asombro a Diego armando escándalos por sus adicciones, a Diego armando revuelos con un rifle ante fotógrafos, a Diego armando odios al despreciar a un supuesto hijo extramatrimonial, a Diego armando lobbies para ser director técnico de la Selección (“Soy el último en las encuentas, aunque primero en el corazón de la gente”, dijo). Como así también hemos presenciado, sin decir esta boca es mía, los ataques más furiosos y traperos a su persona, cómo la televisión le escarbó los ojos por un punto más de rating durante sus internaciones, el modo en que los “amigos de la fama” se acercaron a la “Factoría Maradona” con el claro objetivo de lucrar con el falso cariño y la adulación.

¿Debería sorprendernos, entonces, su última “construcción”? Porque luego de tantas dudas y resultados negativos, el equipo nacional había logrado clasificar al Mundial 2010 con un triunfo de visitante y sin depender de resultados ajenos. Sólo cabía el festejo externo y, luego, acudir a la reflexión interna para empezar las mejoras.

Por lo tanto es allí donde Maradona (no Diego, sino Armando) insultó reiteradamente, con un revanchismo pocas veces visto, a todos los periodistas argentinos que lo habían criticado ante los ojos del orbe futbolístico y del otro. Armando vs. Diego. Mister Hyde que hostiga con sus pasiones desenfrenadas al correcto y civilizado doctor Jekyll, al que todos –desde nuestras frustraciones- quisiéramos que Maradona se pareciera.

¿Seguiremos, como sociedad, armando ilusiones triunfalistas con la hipocresía como bandera? Tan tangueros que somos y la queja nos queda cada vez más grande.

miércoles, 7 de octubre de 2009

Para el club de los emoticones rotos



plantillas sms


no llega el mensaje
aunque entiende que partió sí
que tengás un buen día pero
no pasará por las vías de un puente vibrante
colores de hierro y cemento
sostienen el paisaje de una ventanilla oscura
y los que suelen probar
el fuego en otras lenguas
en otras manos confunden
la velocidad con el ansia
esperame hasta que llegue

y el bambú de las horas en las uñas
para ser honestos enhiestos
ante la tortura de aplastar el abecedario
con palabras de sangre y sin tinta
me hacés falta medias tintas de pulpo asustado
que no atrapa a nadie ninguno nada
ahora no puedo te llamo más tarde


jueves, 1 de octubre de 2009

¡Luz, Diablo!



Hace un par de días me llegó la boleta de la luz. Ya desde el umbral de la puerta me llamó la atención una frase que, cual cartelón de carnicería de barrio, la atravesaba diagonalmente y decía:



“CONSUMO CON SUBSIDIO DEL ESTADO NACIONAL”



Más tarde llegó mi esposa y le mostré la factura “Mirá lo que tendríamos que pagar si el Estado no se hiciera cargo, como el 100% más”.

Sin embargo, hoy me entero por la radio que el Gobierno no subsidiará más la electricidad (y el gas por si fuera poco). ¡Tarifazo!

Entonces abrí los postigos de las ventanas, apagué la lámpara del living y empecé a pensar qué hábitos y costumbres se modificarían con estas medidas:

*Cardumenicidio (muerte masiva de peces), al desenchufar por las noches el oxígeno de las peceras. Eso sí, se ahorraría en la merluza de los lunes.

*Look casual y húmedo en cabelleras de ambos sexos. Nadie usaría el secador de pelo. Gripe A, al acecho.

*Plancha a carbón. Lo positivo: fortalecería los bíceps.

*Las escuelas nocturnas cambiarían la orientación hacia la minería.

*Las velas del feng shui serían más “energéticas” que nunca.


Pero debo hacer justicia con una persona, y es con nuestro señor Gobernador. Él estuvo a la vanguardia desde el primer día de su gestión, ya que ha comandado esta provincia con todas las pocas luces posibles.




miércoles, 23 de septiembre de 2009

Borgeana mal


Gladys Baum sabía que su plan estaba ya escrito. La justicia tiene cuerpo de mujer y ella lo entregaría al sudor de un marinero sueco. Esta vez no, el dinero no sería roto. Gladys tomará el remís hasta la fábrica, sus pasos asustados pero firmes la conducirán hasta la oficina de Webber, su jefe, que espera con ansias la denuncia que ella le había adelantado por celular.

Gladys sabe que tendrá que hacer fuego y decir con todo el odio de su sangre “He vengado a mi padre y no me podrán castigar…”; sin embargo, por más años que transcurran, las historias de algún modo tienden a repetirse y Webber ya estará muerto cuando ella abra la boca. La coartada será repasada en su cabeza mientras se desabrocha la blusa.



—¿Lo creerá, Sargento?- dijo el forense—. Gladys Baum no tuvo en cuenta las pruebas de ADN.

miércoles, 16 de septiembre de 2009

Con la música a otra parte


Cuando recién comenzaba el siglo, yo tenía un poder. Una especie de arcano que me liberaba del tedio y la espera forzada. Quiero decir que me encontraba en el consultorio de un dentista, viajando en un micro, o en cualquier lugar haciendo trámites; entonces sacaba un libro del morral y ¡puf! Una máquina del tiempo de papel y tinta me trasladaba a otras épocas donde un niño se negaba a bajar de los árboles, donde una mujer podía ver en ayunas el interior del cuerpo de los demás, donde –sin escalas- un poema me esperaba para ser pronunciado. Los que no compartían este secreto debían resignarse a soportar el malhumor de las secretarias, conocer hasta la exasperación las cuitas de los otros pacientes, o mirar fijamente las pesadas agujas del reloj.

Pero desde hace unos cuatro o cinco años, la inefable tecnología popularizó el uso de los celulares y los mensajitos express, comercializó a precios irrisorios los mp3 y su música sin dueño, obligó a las personas a sentir que enfentarse a la calle -sin uno de estos aparatos- era (y es) como zarpar al Mar de los Sargazos sin brújula ni astrolabio. Entonces los hábitos se fueron modificando con la velocidad de un doble click.

Ahora nadie le sostiene la mirada a otra persona en una sala de espera, porque es más que seguro que está dele y dele clavándole los pulgares al escueto teclado del teléfono: o porque un jueguito lo tiene a maltraer, o se olvidó de avisar que llegó bien-hay mucha gente-pero no importa. Al mismo tiempo, todo el mundo escucha música en el mp3 (y sus sucesivos mp4, mp5...) con los auriculares. Así, van al almacén de la esquina con los oídos tapados de horrísonos graves y agudos. Si alguien les hace deseperadamente señas de comunicación verbal, tienen la deferencia de descubrir sólo una de sus orejas y, con la música incidental en mono, contestan con una media lengua lo que apenas alcanzaron a entender. Si no me creen, pregúntenles a esa raza ignorada e incomprendida llamada docentes.

Entonces, ¿es tan difícil caminar, esperar, transportarse, estudiar (¡!) sin tener que llevar la música a todas partes? ¿Se hace un imposible poder prestar atención al cruce de las esquinas, al próximo turno, al profesor de Historia sin tener que pasar de hit a hit como un alienado?

Está surgiendo entre nosotros la Generación miti, es decir, un grupo de personas que tienen demediado el cerebro, cercenada la percepción acústica de la realidad, divida –sin más- la capacidad innata de ser sociables. Me dirán, seguro, que la lectura nos abstraía de los demás. Todo lo contrario: la literatura nos propone siempre sumar otras experiencias, nos alerta todos los sentidos, nos destapa poros impensados, nos convierte en una presa mucho más difícil de atrapar por los hombres de traje gris, parafraseando a Sabina.

Esta nueva camada de futuros hipoacúsicos ignora quizás que, de seguir así, sólo les queda un camino: el de ser engañados con una facilidad pasmosa. Aunque para ellos siempre será más importante pasar al próximo tema.

miércoles, 9 de septiembre de 2009

Cuando todos tienen la razón



Llegaste tarde a la cita: tarde es la hora de los que siempre llegan: siempre que se llora es tarde: llegar es un punto más en el mapa: las lágrimas tardan en llegar: el mundo es un pañuelo de papel tissue: no: perdón: el mundo es una lágrima de barro.

martes, 1 de septiembre de 2009

Los raros (o celebración de la amistad)


La ha visto todo el mundo, y más de una vez. Sin embargo, yo siempre la agarraba empezada y me daba por vencido a los 20 minutos. O, si no, veía el final; pero con la angustia de saber que lo mejor ya había pasado.

Estoy hablando de la película "Cuatro bodas y un funeral" de Mike Newell. Sí, 15 años sin poder verla completamente hasta que hace un mes la esperé un viernes como se espera una revelación: sin saber si sería capaz de soportarla. Empezaba a las 12 de la noche por el VH1 y no se me iba a escapar.

Antes de seguir debo confesar -sin ponerme colorado- que soy fanático de Hugh Grant. Su torpeza galante en "Un lugar llamado Notting Hill", la acidez vacua e irresponsable de "Un gran chico" y la parodia descarada de "Letra y música"; son un imán suficiente para todos aquellos que sostienen el control remoto como un corazón trémulo y cambiante.

Entonces, esperaba –con mayor o menor torpeza- lo que siempre ofrece una comedia romántica: Dos que se conocen-Pegan onda inmediatamente-Confusión y dudas-Pelea- Reconciliación efectista- Final feliz. Este molde secuencial se ajusta a una gran cantidad de largometrajes “rosa”. Meg Ryan y Julia Roberts me dan la razón. Pero en “Four weddings and a funeral” de entrada me encontré que la heroína, una Andie MacDowell con un sombrero enorme y tan hermosa que corta el aliento, aparece como una mujer fría, desprejuiciada que –sin más- se lo levanta al bonachón de Charles (Hugh Grant) y escapa, para luego -en la segunda boda- aparecer comprometida con un viejo escocés forrado en plata y alcurnia. Primera luz de alerta.

La película, por tanto, trata de los encuentros fugaces de estos amantes en cuatro bodas consecutivas y un tristísimo como epifánico funeral. Si editáramos los minutos de “romanticismo” entre los dos, no llegaríamos al cuarto de hora. Cómo será que en el video de la banda Wet Wet Wet, que bellamente le pone una inmortal balada pop al film, tiene que “mechar” imágenes de los músicos cantando a cada rato. Luego de ciertos enredos y desilusiones, Carrie (la americana díscola) y Charles (el inglés atribulado) se besan bajo la lluvia en el último casamiento, comienza una música alegre y salen sin explicación las fotografías futuras de todas las parejas que se han formado, y la de ellos recién aparece como en el medio sonriendo con sus hijos. Nada más.

Puse las balizas y pensé en solitario. La peli no propone una clásica historia de amor de pareja, ya que estamos las dos horas atentos a los acontecimientos, cruces y devaneos de un heterogéneo y encantador grupo donde caben, entre otros, un excéntrico, una arpía amargada (fantástica Kristin Scott Thomas), un loser crónico con las mujeres, un gay cínico (y su poema de Auden que conmueve hasta las férreas agujas del Big Ben), un sordomudo que no le hace falta hablar para tenerla clara, una pelirroja alocada y Charles, soltero empedernido que echa a perder toda relación cuando ésta comienza a ser un compromiso. Por lo tanto, “Cuatro bodas…”, más que presentarse como una comedia romántica, propone una gran historia de amor entre amigos, con la aceptación del otro más allá de las diferencias, el compartir las soledades con el humor como trinchera para resguardarse de los malos momentos.

Cuando terminé de verla me acordé, aunque parezca tirado de los pelos, de “La era del hielo 3”. Ya que después de zafar de los peligros más increíbles, uno de los personajes mira a su grupo (formado por tres mamuts, dos zarigüellas, un tigre y un perezoso), sabe que sin sus amigos no hubiera sobrevivido y les dice sonriendo: “Somos una manada extraña”. Quizá en la rareza se encuentren los tesoros menos pensados.

lunes, 24 de agosto de 2009

treinta y monedas




Ni orientales ni son mejores ni la edad de otro. Esta semana los cumplo y punto:



treinta y monedas


pocas sí pero ya empiezan a pesar

como un lunes temprano sin buscapinas

porque nunca me avisaron no

que un zonda trapero iba a pasar un agosto

a levantar las primeras chapas

a clavar sus uñas de tierra bajo mis ojos

y llevarse los frescos duraznos de la veintena

a 10 pesos el cajón


tampoco fueron culo de decirme

por qué las muelas no vuelven a crecer

ni que el talle 46 lo usaba también mi abuelo

ni cómo es que la barba rala sin piedad

me convirtió de yuppie italiano en un mendigo

de canas irrespetuosas


para todo sin embargo hay venganza

porque la soberbia es la cara oculta

de la moneda de los años

es por eso que en el trueque de la vanidades

me esforzaré con malicia capital

para cambiar cada uno de los 365 días

en milagros pasión peces y pan

para que dentro de un tiempo

cuando alguien cumpla los 33

le digan «ah cumplís la edad de hernán»


miércoles, 19 de agosto de 2009

Incentivo docente


Recreo. Salgo del curso y entro a la sala de profesores. En la escuela donde trabajo es realmente una alegría ese breve encuentro entre colegas. Sin embargo esta vez había más risas que de costumbre. Alguien pedía el adelanto para la reservaciones del día del maestro.

-Ay -dijo una profesora-, no sé si mi marido me va a dejar ir.

Timbre. Todos se van y yo me quedo solo, porque tengo una hora sandwich. Un rojo pasión hizo que girara mi cabeza hacia la pared, donde hay un espejo, para leer con la mandíbula en el piso:


DÍA DEL MAESTRO "AFRODISÍACO"


-Cena glamorosa para encender la magia-

Aperitivo:

Empanadas del paraíso-Pinchos de la sensualidad-Degustación de fiambres exóticos-
Toc toc
con: ensalada del vergel de Adán y Eva- ensalada de la tentación.
Cazuelas con: almejas para pecar y mejillones del amante ardoroso.


Empecé a mirar hacia los costados, me aflojé la corbata y comencé sin darme cuenta a apantallarme con unos trabajos prácticos sobre la poesía modernista hispanoamericana.

Primero:

Pastas lujuriosas: lasagna de salmón y creps de cuatro quesos

Segundo:

Capricho sensual de pollo

Sí, me dije azorado, esto lo escribió un poeta de la torre de marfil. Un Rubén Darío de la gastronomía que quiere comerse un cisne (o un ganso, dada la urgencia).

Tercero:

Pasión de chocolate


Extras:

Dulces prohibidos
Pizzas para fantasear
Bebidas de los dioses


¡Vení a lo seguro!

Entonces me levante y salí casi corriendo de la sala. Después dicen que los docentes nos rascamos en las vacaciones de verano e invierno, mientras los demás trabajan hasta los sábados. Pero no saben los "disgustos" que uno pasa adentro de una escuela.


miércoles, 12 de agosto de 2009

Las preguntas del futuro


Un viajero del tiempo de 1979 atraviesa tortuosamente los treinta años que lo separan de la actualidad. Sólo puede hacer tres preguntas banales sobre el futuro y regresar inmediatamente. Así la continuidad espacio-tiempo no se verá afectada:

Viajero de 1979: -¿Cómo va la obra discográfica del talentoso Charly García?
Hombre de 2009: -Ya se recuperó de sus adicciones y su próximo cd se lo producirá Palito Ortega.

Viajero de 1979: -En este país siempre ha habido mujeres hermosas ¿Quién es ahora la vedette más importante?
Hombre de 2009: -Fácil. ¡Moria Casán!

Hombre de 2009: - ¿Algo más?
Viajero de 1979: - No... Te iba a preguntar quién es el presidente de la A.F.A., pero prefiero sorprenderme dentro de tres décadas.

martes, 4 de agosto de 2009

Deshacer escritura


Tu paso acaba de aplastar la última hoja del otoño. Entrás al cíber y ya es invierno. Buscás entre las cabinas como se busca una palabra en el diccionario. Habilitame la 9, flaco. Tecleás lentamente tu nombre en el buscador: más de mil páginas te reflejan. De algún modo, pensás, alguien me está persiguiendo. Alguien desea que yo exista a mi pesar. Por eso borrás letra por letra cada referencia a tu miedo, cada rastro de tu carne, cada testigo de tus huellas.

De pronto escuchás que alguien pide la cabina 9 y se sienta en tu silla y escribe con vos tu nombre.

Las redes no fueron hechas para salir.

miércoles, 29 de julio de 2009

Dueño de nada


Volvíamos de un paseo con unos amigos. De repente, una amiga dijo intrigante: "Tengo una bomba con Doña Bárbara". Rómulo Gallegos puede seguir descansando en paz, ya que se refería a la telenovela que pasan a las 2 de la tarde.


Comenzamos a decir posibilidades hasta que dio la noticia que la protagonista estaba embarazada. El que manejaba lanzó un suspiro y dijo: "Qué linda la que hace de Maricela. ¿No es la hija del Puma Rodríguez?"

"Sí, es hermosa", le dije, "pero lo que más me deprime es que me acuerdo el día en que nació. Yo estaba escuchando música en el Gacel de mi viejo, y de pronto el locutor dio la noticia: 'Nació Génesis Rodríguez, la hija del cantante venezolano...' , y luego siguieron comentado lo llamativo del nombre de la bebita. ".


Entonces mi amigo me miró impiadoso por el espejo retrovisor y me largó:


-Lo que te hace realmente un vejete de otro tiempo, es que te sentaras a escuchar radio en el auto.


***


Esta anécdota me hizo pensar lo siguiente: ¿Qué hábitos que tuvimos (o seguimos teniendo) nos demuestran que pertenecemos a una época tan perdida como irrecuperable?

miércoles, 22 de julio de 2009

La nieve como excusa



Nieva en la ciudad. Es apenas visible. Sólo el frío hace pensar que el hielo puede borrar las manchas del asfalto. Pero, a qué nos remite la nieve. Son tan débiles las evocaciones comparadas con las de la lluvia, tan copiosa siempre en todo sentido. Si hasta el mismo Borges creía recobrar lo más precioso del pasado a partir de una llovizna en su patio.

Sin embargo, para los que vivimos en el llano, como una voz inesperada pero conocida, la nieve comienza a anunciarnos algunos hechos de nuestra vida: esa foto donde tu casa aparece solitaria en medio de la blancura, unas manos ateridas que buscan darle vida a un cuerpo frío y con ojos de piedra, la canción que escribiste a tu hija dentro de una tormenta de estrellas, el viaje épico que hiciste por la ruta para atravesar un país congelado.

Aunque también, un miedo legado por la literatura, siempre me inquieta. Y es la nevada mortal que aparece al comienzo de El Eternauta, la historieta de H.G. Oesterheld. Una solapada invasión extraterrestre lanza una nieve que envenena al que toma contacto con ella. Esto lleva a Juan Salvo, el protagonista, primero, a resguardarse en su casa y sobrevivir; pero después, el mismo Salvo debe convertirse en un héroe de la resistencia ante el exterminio alienígena. Nunca volverá a ser el mismo.

Dicen que los cristales que forman un copo de nieve son todos hexagonales, pero que ninguno, como un gélido caleidoscopio, repite la misma combinación. ¿Será por eso que sólo conservamos la memoria de los acontecimientos irrepetibles?


La excusa es el poema:


Querido, nos escribieron la historia*

Estás recostado contra una de las columnas
del estadio. Afanosamente, como siempre,
escribís las notas de tus sueños. Los hechos
son simples: los cascarudos nos asedian.

Lo que queda resiste cada una de las embestidas.
Vimos ya la nube de ilusión, nos quitamos
los trajes protectores y sonreímos un poco.
Ahora nos aguarda la batalla de River Plate.

Aún ignoramos que están teledirigidos,
que cada uno de los rayos está programado
por un Mano, que detrás están los Ellos.

Cuánto no supimos... Con mirada ingenua
creímos escribir la historia, derrotar
la nevada. Y nada quedará de lo que fuimos.


Javier Adúriz, en Canción del samurai.

*Homenaje al historiador Mosca, personaje de "El Eternauta".

viernes, 17 de julio de 2009

Meteorología de los suburbios


Estoy en la cola del súper. Dos señoras grandes (como dice Mirtha Legrand) charlaban adelante mío del tiempo y de la gripe, irremediablemente. Una de ellas se da vuelta y le dice a una mujer más joven de la cola de al lado. "Pero de dónde vos venís, sí que hace frío". "Nada que ver", dice la más joven "comparado con Comodoro, aquí el frío es más húmedo y cala los huesos. Me quiero volver ya."

Todos empezamos a discutir que no, que en Mendoza hace como dos meses que no llueve ni "una miadita 'e gato". De pronto, un estallido nos deja mudos y nos moja la cara, los canastos y los productos aún sin pagar. Otra señora grande, temerosa de la cercanía de las personas, se había hecho para atrás con violencia y había colisionado con su trasero (valga la redundancia) con una torre de cocacolas retornables.

Mientras me secaba la pegoteada frente, la miré a la mujer que venía del sur y le dije:

-Ah, ésta es la humedad mendocina de la que Usted hablaba.


miércoles, 15 de julio de 2009

Rockas vivas (y parecidas)


En el 2004, deslicé en un post de un viejo blog, el asombroso parecido. No es que la similitud fuera desde siempre. La edad y los kilos han cincelado por duplicado y en paralelo. Con el tiempo llegó la "Canción de los parecidos" de TVR y me las miré todas (hasta las de los equaclones), pero ninguna registró esto:


¡Exijo justicia sosial!

lunes, 13 de julio de 2009

Todas las gripes del mundo








Llega la secretaria de mi escuela tosiendo como un caballo. Le pregunto si se está por engripar, me dice que no, que estuvo toda la tarde fregando con lavandina en la casa y que casi se ahoga por el vaho. “Aún no me recupero”, me escupe mezclado con una tos. Primer síntoma que la paranoia supera a la prevención.

Hace más de una semana que estamos todos encerrados en nuestras casas. Ciudades amuralladas de la Edad Media pero en pequeña escala. Nadie te quiere venir a visitar. Nadie quiere que le caigás de sorpresa. “Te atiendo aquí en la puerta, porque me estoy por ir, sabés”.

La semana de la dulzura esta vez fue “Una golosina por un barbijo”. Lo más regalado: Un caramelo de propóleo.

Una “saludable” costumbre, que se inició en los ‘90, es el beso en la mejilla entre hombres a modo de saludo . Ya nadie cuestionaba las inclinaciones sexuales de un varón por arrimarte la cara. El apretón de manos había quedado en el pasado. Pero ahora el saludo es de lejos y con cara de no me toqués ni con un puntero láser.

“Esta es mi oportunidad”, me dice con una sonrisa de 10 pesos el que vende dvd’s truchos a la salida del súper. “La gente pasa ligerito, ni elige la peli. Paga y se embadurna con alcohol en gel”. Seguro, pienso, que luego en la casa le tiran tanto lisoform al disco que hasta los actores se les van los virus.

¿Saldremos indemnes como sociedad de esta malaria? ¿Qué nos deparará el dengue a la vuelta del invierno? ¿Robar un beso en un boliche estará penado por ley emergencia sanitaria?

Finalmente, como me dijo un amigo, “Pescarte la gripe A no tiene glamour". Entonces ¿por qué Solita Silveyra y hasta un político del PRO se la agarraron?

"Sacate el barbijo", se escucha en los almacenes, "¡mirá cómo le fue a Michael Jackson!"

Mejor, me voy a leer La peste de Camus a ver si entiendo algo.