viernes, 21 de enero de 2011

De los Portones al Arco, Quinta entrega


Quinta entrega:


Golondrina


Cuando tenía unos diez años, él jugaba con su hermano mayor a los espejismos. Con sus padres venían de San Martín algún que otro fin de semana a la capital, y competían para ver quién era capaz de descubrir el primer lago de la ruta. Fijaban la vista en el camino y, con los reflejos del sol sobre el asfalto, un cristal de agua fluía adelante sin mojar. La madre oficiaba de juez imparcial porque a veces veían lagos con el cielo todo nublado. Es por eso que, cuando Juano mira que un camión Bedford con un ramillete oscuro de hombres disminuye la velocidad a su lado, piensa que un inusitado espejismo le grita que suba, que lo acercan un poco más allá de la Feria La Banana. Entonces se lanza hacia la baranda en movimiento y dos manos enguantadas lo ayudan a subir.

Mientras agradece, Juano observa diez rostros que en un comienzo le parecen hermanos. La tierra encima iguala a todos. Uno de ellos le pasa un tetra de tinto. Ahora estarían iguales por dentro. Pero el vacío en el estómago de Juano hace que mil afileres infectados se le revuelvan. Intenta una arcada y todos lo miran como si fuera un niño miedoso. Juano cierra los ojos y se empina un último trago.

—Voy para El Desaguadero.
—Nosotros estamos yendo siempre de un lado a otro. Somos golondrinas.
—¿Quieren unas tabletas, muchachos?

Juano les pasa uno de los paquetes y les cuenta algo de su historia. De la nota, del Ami 8, de Gala.

—¿Te gustaba?, pregunta uno.
—¿Mi mujer?
—No, si va a ser el Ami.

Todos tienen las tabletas en la mano con una sola mordida, la de compromiso. El viento y el estruendo del motor hacen que las frases salgan y sólo estén de paso por los oídos. Las burlas de los cosechadores son un breve alivio para él. Burlarse de la farsa de su mujer, eso la vuelve menos cierta. A la farsa y a Gala. «Ojalá yo fuera golondrina, siempre en el aire y para adelante, sin tierra conocida para pisar», le hace pensar el vino a Juano. Gala y el Ami 8 lejos. Las ilusiones borrosas, ésas que –tal vez- no volverán.

El camión pasa por la feria de artículos regionales, donde una banana de chapa amarilla, como las del Ami 8, con un tamaño extraordinario se ofrece a toda la ruta. Ahora toman un desvío hacia el sur, el camino hace una subida pronunciada que el camión apenas puede trepar.

—¿No se romperá esta torta?, pregunta Juano.
—Estos camiones nunca tienen frenos. Sólo se usan cuando la vendimia.

Entonces, el Bedford baja por el sur como en una montaña rusa. Un Gordini verde viene saliendo de una finca. Por un instante las dos trompas, la de chancho del Gordini y la de elefante del camión, se van a enfrentar sin remedio.

—¿Sabés saltar vos?
—¿Qué me querés decir?, grita Juano.

Cuando termina de rodar por la tierra, ve que el peso del elefante alcanza a pisotear de refilón toda la trompa del Gordini. Pero mientras se sacude la ropa, lo que quiere limpiarse es la sombría imagen de Gala que se le hizo presente cuando cerró los ojos para saltar al vacío, como un pájaro.



Sountrack: Ave de paso, de Sandro


5 comentarios:

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sergio dijo...

Y seguimos hacia el este. Beltrán. Luego viene ¿san roque? Muy interesante el capítulo. Es absolutamente cierto lo que dice de los cosechadores. Suelen ser muy burlones. Acaso sea una venganza por los malos tragos que los chicos citadinos les han hecho beber a ellos. Digamos que cada quien en su lugar tiene ventajas.

Observaciones:

Con sus padres venían algún que otro fin de semana a la capital, desde San Martín (suena feo y raro) tal vez luego del venían debería ir San Martín. Creo.
Otra: no sería mejor decir que Juan ve que un camión....

Una duda: alfileres es femenino?

Hernán Schillagi dijo...

Sergio:

Es complicado entrar en el mundo de los obreros rurales desde la ficción sin pifiarle feo. Sin embargo aquí se juega con el humor y con una situación extraordinaria que vive un tipo común. Me alegro que haya rumbeado bien el episodio.

es cierto que me hacía ruido feo ese primer párrafo y lo reescribí unas 4 veces y no me satisfizo. Creo que con tu aporte mejoraría bastante.

Sí, alfiler es masculino a full!!! Aunque mi confusión viene de creer que va el artículo máculino "el" porque empieza con "a" tónica. ya lo arreglo.

Entre mirar y ver sé que hay diferencias sutiles, pero las hay. Avos te gusta más ver, a mí me pintó mira. ¿Por qué? Porque me parece una acción más durativa.

De 3 te hice caso en dos. La próxima te lo mando por mail antes, ya que tus observaciones son buenísimas. Aunque me gusta más que sucedan a la vista de todos.

Un abrazo enorme.

Proyecto María Castaña dijo...

Está bueno el capítulo aunque el diálogo con los golondrinas me pareció un poco forzado e inverosimil. No me imagino a un grupo de ellos escuchando en silencio sus desventuras amorosas... a pesar de que creás un momento poético, en la realidad no se daría de ninguna manera. Hubiese quedado mejor que hablaran de algo trivial de manera parca. Más vino malo y menos palabras era la opción más adecuada.
Sobre la observación que te hace Sergio, coincido en su totalidad. Arreglá ese fragmento.
Otra opción de soundtrack: Vagabundear de Serrar. Escuchalo, no es aburrido, incluso te puede sorprender su vitalidad.

Hernán Schillagi dijo...

Paula: gracias por tu comentario. Me hacían falta.

Publicar la novela casi en "carne viva" tiene estas cosas. No digo que no la relea y corrija mucho, pero me interesa -casi como un experimento literario- esto del comentario en proceso.

Creo que cualquier diálogo con un obrero rural golondrina resultaría forzado. Aunque nunca me preocupó la verosimilitud en la ficción. Soy de la idea que un diálogo no tiene por qué ser una grabación magnetofónica de la oralidad; sino cumplir la función de hacer avanzar la acción (entre otras cosas).

Si te ponés a ver, el diálogo indirecto es casi proporcional al directo. También pienso que Juano, que estar por perder todo, lo único que tiene es su historia como moneda de cambio para su peregrinaje. Además, ¿no te ha pasado en el micro o en un consultorio que un total desconocido te desembucha sus desgracias sin preguntarle nada? A mí me pasó hoy en la cola del cajero, ja.

Ah, hice los cambios que Sergio me sugirió en el primer párrafo. se ve que no se notaron ;-)