lunes, 30 de julio de 2012

El amor en los tiempos del dengue





Ellos son dos autómatas y se abrazan. Tienen la orden de hacer bullir el aceite de su sangre para que los mecanismos internos funcionen a la perfección. De pronto, el ojo telescópico de él visualiza a un insecto alado en la nalga de acero de su torneada co-equiper sexual. Identifica las pintitas blancas del mosquito y sin dudarlo, por una piadosa sanidad, cachetea el culo de ella. El sonido, tan dulce de perverso, los despierta y los vuelve humanos.




HERNÁN SCHILLAGI


del libro de relatos El dragón pregunta. 

sábado, 21 de julio de 2012

Un poema para leer con la nariz


desde adentro


a veces pienso que escribir poemas
cuentos cartas mails post mensajitos
en la heladera del facebook
tiene una cierta analogía con soplarse la nariz

ya sé que puede sonar escatológico
pero hay que detenerse un minuto
y reflexionar contar los latidos del cursor
una dos treinta veces

porque inmediatamente después
de que estremecemos con una fuerza inusitada
todos nuestros cornetes sobre el clínex
abrimos el arrugado papel
y con perverso asco
observamos toda esa masa viscosa
mezclada con sangre y recuerdos
que estaba hace segundos en nuestro interior
entonces nos avergüenza y la tiramos a la basura

a veces pienso que a la literatura le sobra audacia


HERNÁN SCHILLAGI

martes, 10 de julio de 2012

Mujer de palabra y víctima de la inseguridad





            La señora Sandy espera el remís. La señal convenida: dos toques cortos, un espacio y un bocinazo largo al final. «Si no es así, yo no me fío. Haga de cuenta que no existo», había dicho la señora por teléfono. Frenada en la puerta, un toque corto. Ahora el segundo. La señora Sandy espera y cuenta los segundos con cada golpe del corazón. El auto contratado se va sin cumplir el pacto.  El corazón ha dejado de latir.