jueves, 10 de julio de 2014

El juicio final (mundialeras #6)




Como en el T.E.G. (el clásico juego de Plan Táctico y Estratégico de Guerra), la Selección Argentina ha podido arribar por quinta vez a una final de la Copa del Mundo. Mientras los germanos revolearon fichas a lo loco frente al tan local como lejano Brasil, nuestro equipo fue pisando firme por los alrededores y sin olvidar la tarjetita amarilla que te dan al comienzo del juego: «Vengarse de Alemania».


Una final robada a cara descubierta –árbitro comprado mediante- en el ’90, nos echaron a patadas desde el punto del penal cuando fueron anfitriones en 2006 y nos vapulearon en Sudáfrica. «Estás llorando desde Italia hasta hoy», cantamos en la hermosa canción que se mofa de los cariocas. Sin embargo, eso es lo que nos podrían enrostrar los alemanes (si tuvieran algo de picardía) apenas pisemos el Maracaná este domingo. Pero no. En el mismo momento en que nuestro arquero atajó el segundo penal a los de naranja, la sonrisa goleadora se les volvió una mueca mecánica. Miraron para su frontera sur (Suiza), luego para la occidental (Bélgica y Holanda) y se dieron cuenta de que tenían la manzana del strudel rodeada. «Terminator debe eliminar a Sarah Connor», se dijeron como autómatas refuncionalizados.

Todos recordarán al personaje de Arnold Schwarzenegger (el actor más alemán de los austríacos residente en Estados Unidos) y a su personaje de cíborg asesino que venía del futuro para suprimir de raíz cualquier posibilidad de rebelión, ya que tenía que matar al aún no nacido John Connor, líder de la resistencia humana. Porque es eso lo que ha venido haciendo desde hace 24 años la Selección teutona luego de su infame triunfo romano, matando a la Sarah Connor equivocada. 

Así es como pudo llegar a nuestro presente el sufrido soldado Kyle Reese (Mascherano) para proteger al elegido (Messi) que nos devolverá la dignidad humana, los sentimientos futboleros de virtuosismo y entrega que tanto nos conmueven. Porque, sí, las máquinas contra la humanidad, señores, y no otra cosa es lo que se disputará en «el juicio final» del domingo. Patear el tablero ante lo programado, sudar hasta el último de los colores de la bandera, hacer circular la sangre y resistir los embates tan criminales como maquinales de nuestro tecnificado adversario será la estrategia y la táctica en uno de los juegos que más se parece a la vida. Fichas más, fichas menos.

HERNÁN SCHILLAGI

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