miércoles, 22 de mayo de 2013

El humor sin sentido



La tele en su concepción es puro presente. Repetirla hasta «pulverizarse los ojos» como en el caso de los programas de Francella consigue, al menos, dos cosas: la molestia vacua de un «hit de verano» y la descontextualización. Al sketch de «La nena» (con sus defectos y sus escasas virtudes) no se le ha cambiado ni suprimido una escena, pero hoy nos hace ruido y nos incomoda. ¿Por qué? Se pasa al mediodía, a la tarde y a cada rato. Se pierde el «sentido» del humor, es decir, nos hemos desorientado en la reiteración. Así, juega con una incorrección que en su momento estaba casi invisibilizada. Nos cambió el humor, dicen. Pero es que, insisto, hemos perdido de vista el referente: ¿Es para adultos entre adultos? ¿Es picaresca o comedia blanca para toda la familia? Sospecho que hoy nadie lo sabe. Estamos cegados ante los guiños. Tenemos el ojo atorado de repeticiones, por eso del lacrimal solo nos sale intolerancia o incomprensión. Con la literatura pasa todo lo contrario, o acaso han escuchado decir a alguien: «Estoy 'repitiendo' la lectura de 'Ceremonia secreta'». Releer libros es contemplar el reverso de la realidad, bucear hasta el fondo para volver a descubrir cómo y por qué flota la forma. Porque la literatura es pretérito que se justifica en el futuro. La tele -¿tengo que repetirlo?- es puro presente.


HERNÁN SCHILLAGI

Los envases de la muerte



Releí Mortal y rosa de Francisco Umbral. Novela lírica que se sostiene en el ensayo y lo confesional. No cuenta, tañe. Por eso, en cada nota emitida, la metáfora se hace carne y núcleo narrativo. «Estoy oyendo crecer a mi hijo», dice en un endecasílabo suelto y abandonado, pero que se convierte en el agujero negro donde la materia anecdótica es absorbida y resignificada. La tragedia atraviesa todo el libro: el hijo ha muerto a los 5 años. Umbral apela a la «memoria simultánea» para narrar el dolor. El libro fue escrito -dice- en el transcurso de la enfermad hasta el fallecimiento. Tenso, así, un arco hasta La novela de la poesía de Tamara Kamenszain. Ella reflexiona sobre la imposibilidad de hablar de la muerte en un poema y dispara: «La prosa poética ya fue/ la novela lírica con evocaciones de infancia/ ya fue ya fue ya fue/ la poesía que se las da de narrativa/ también ya fue salvo cuando cuenta...». Entonces, una revisión obligada de mi escritura en estos últimos años se impone. Creo que estoy nervioso, pero expectante.


HERNÁN SCHILLAGI

jueves, 2 de mayo de 2013

Un poema para los días húmedos






tormento eléctrico


ella cree presentir la lluvia
hay mañanas en que no bien traspasa
la galería y baja los dos escalones hacia la huerta
la humedad de la tierra se le sube por los pies
le recorre el blanco de las piernas
por debajo de la falda
se arremolina en su vientre
y provoca que se le erice
todo el vello que la cubre

así con el cuerpo en estado de alerta
enfrenta la jornada

«tal vez llueva un poco a la tarde» pronostica
aunque por las dudas va a conectar la manguera
pero sus manos ya no tienen la fuerza
suficiente para presionar en la boca del surtidor
cuando abre el paso del agua ella comprueba
que las pinchaduras se multiplican
a lo largo de toda esa lombriz plástica una lluvia
al ras del suelo se ha adelantado en su patio

no siempre llueve igual de noche que de día
el agua que cae desde la oscuridad
cuenta con la complicidad del que vela
entonces cada gota es un secreto
que se aplasta y mezcla con la tierra
de sus deseos ella sabe bien
qué hacer con ese barro

por eso enfrenta las palmas enlodadas
y empieza a frotarlas
y hace círculos concéntricos
las figuras sí no tardan en llegar
son trozos de la memoria que aparecen
informes luego pequeñas esferas
para que al final los dedos moldeen
a su capricho cada momento del pasado

«un hijo los libros y todas las ventanas
a punto de abrirse»

la atmósfera ahora se carga de iones
hay un cúmulo oscuro sobre su cabeza
miles de gotas se suman al riego y ella
que cree presentir la desgracia comprende
que en su cultivo algo sin retorno
se va a comenzar a pudrir 


HERNÁN SCHILLAGI