lunes, 8 de diciembre de 2014

Capturar la señal




A ver si lo entiendo: intento sintonizar la señal de una radio que, por supuesto, está apretujada entre una de música tropical y otra cristiana. No tengo ningún problema teológico o de melomanía con ellas, excepto que se han ensanchado en su frecuencia a punto tal de llenar de frituras y ruido de fondo a la que yo quiero escuchar. Mis dedos hacen girar el dial con la sensibilidad furtiva del que abre una caja fuerte en medio de la noche. Pero nada. Solo prédicas al ritmo de cumbia a diestra y siniestra. Porque lo que yo busco es un centro, un cénit electromagnético sin atascamientos ripiosos. Una escritora habla de mujeres valientes para su época, sin embargo, mis oídos no alcanzan a completar las frases. Hasta que mi cuerpo, en un momento, es tomado por la corriente de ondas y lo convierte en una antena conductora tan eficaz como endeble. Las voces se clarifican al todo, pero me piden inmovilidad. Pestañeo y una plaga apocalíptica de langostas bailanteras empieza a mordisquear los parlantes. Aquí no hay magia, sino principios físicos de electricidad. «Todo lo que ves o es / como la imaginación / se junta con total interferencia…», me susurra Charly García como un abejorro que viene en zaga. Entonces quiero creer que hay un compromiso material entre mi organismo y el mensaje, que si yo me corro todo volverá a la confusión y al bullicio. Así, quieto y en silencio, ausculto de cerca el corazón de lo que no conozco, pero quiero entender. 


HERNÁN SCHILLAGI

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