lunes, 24 de noviembre de 2014

Vernengo, aquí



Hoy me levanté pensando en un poeta muerto hace un tiempo. El gesto fue el esperado: ir a la biblioteca y leerlo, revivirlo. "Pensar en un hombre / se parece a salvarlo", proponía Juarroz. Sin embargo, la tragedia resuelta me impide salvar a nadie, solo me queda la modestia material de leer con el puño apretado. Así y todo, tipear el poema me alivia, caracter por caracter hasta que mis yemas sientan el dolor del punzante punto final. Lo demás, ya se sabe, es el más cobarde de los silencios.

 

EL ESCRITORIO

Sobre la madera negra del escritorio
quedan restos, tazas y cucharitas,
      hojas sueltas, lapiceras,

                      los giros
de un monólogo entrecortado, errante, las frases
en punta, la redondez de los párrafos extensos,
       el espiral
que se expande alrededor del sustantivo,
       los recomienzos, las pausas

                    y los granos de azúcar dispersos
                                             sobre la madera negra,

como una vía láctea en miniatura.

Matías Vernengo (1963-2010), en "Cuaderno blanco" (2009)

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