sábado, 4 de diciembre de 2010

El gigante blanco (anécdota para la Selecciones de Reader's Digest)


Estoy en el kiosco-almacén más antiguo del barrio. Con el tiempo se ha convertido en librería, regalería, perfumería y hasta -creo- venta de repuestos para naves espaciales.

Una señora está antes de mí y se demora en elegir unos felipes. «Me gustan tostados abajo y blanquitos arriba», dice. De pronto entra un hombre enorme. Casi dos metros de humanidad  con remera y bermudas blancas, y bien holgadas. El pelo rapado a cero, la piel morena como los pancitos de la señora. Saca de la heladera una coca grande y respeta la fila. Pero se lo ve apurado.

De reojo, miro hacia la calle y asoma el auto del grandote en doble fila. Cuando me toca, le digo a la almacenera:

-Atiéndalo al muchacho. Lleva eso solo.

El gigante albo se adelanta y dice:

-Glacias. También quiero un Malpolo.

«Qué le pasa a éste en la lengua», pienso para mí. Y la que atiende le dice:

-¿Cuánto tiene la bebé ya?
-¿Bebé? Ya tiene 4 años y se cree Celia Cruz.
-¿Cómo ha llegado a esa «conclusión» la niña? Le digo con un poco de ironía.
-Es que soy cubano.

«¡De ahí el problema con las consonantes líquidas y laterales!» me explico casi filológico. El cubano hace una pausa y nos habla con el son del Caribe en la garganta:

-Me tiene loco mi muchachita. Otros padles los retan o pegan a los chicos. Yo la alzo y la llevo bien pegadita al pecho pala que no le pase nada. Me hace reíl desde que me levanto hasta la noche.

Paga los puchos, la gaseosa y se va con una sonrisa tan gigante como su estatura.


A veces -no digo siempre- hablar con la gente te da vueltas el día como una media. Pol suelte.

4 comentarios:

Marisa Perez Alonso dijo...

Lo único que se me ocurre decir es: qué lindo este mini cuento, poeta! Es perfecto como el amor de un padre...
Un ablazo fuelte.

Hernán Schillagi dijo...

Marisa: gracias!!!

Te cuento que este texto tiene la etiqueta de "Tanto asfalto", que son situaciones urbanas o barriales que me pasan o veo, y que luego las hago una crónica personal. Los mini-cuentos están en la etiqueta "Ciudadficciones". Pero me inquieta saber que lo hayás tomado como ficción. Buenísimo.

Por lo tanto, esta hermosa anécdota me pasó hace como un mes. Otro dato: la señora de los pancitos era porteña y no sabía que los confites navideños se llaman "peladillas". Cuando se lo dije creía que era un nombre como "sopaipilla", hasta que le mostré que lo decía en el paquete envasado Bs. As., jaja.

Qué manela de reílme!!!


Se ve que ese día yo estaba charlatán.

sergio dijo...

Definitvamente estaba charlatán!!
Yo nunca le hubiera preguntado nada ni al cubano ni a la porteña. Ah, tampoco lo hubiera cedido mi lugar a nadie. Toda la mala onda que cargo responde a que me estoy conviertiendo en un solterón sin hijos? Bueno, tal vez el lugar se lo doy, pero hablarle..... jamás!!!

Hernán Schillagi dijo...

Sergio: ja! ¿qué le pasa? ¿Va Ud. a salir como Moria con los vidrios polarizados?

Hablando en serio, no por nada aclara "no digo siempre". Hay veces que, luego de hablar con algunas personas fascitas y retrógradas, uno tiene ganas de que el género humano desaparezca.

"Pol suelte" existe gente como el cubano que, como decía Borges, sin saberlo, están salvando al mundo.

O, al menos, lo hacen más habitable.