viernes, 15 de octubre de 2010

El estribillo de tu vida


No lo soñé -¡ieee-eeeeh!
Ibas corriendo a la deriva…

Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota



Dominio de algunos elegidos, el estribillo suele elevar a compositores musicales hacia cimas siderales de la fama o los hace caer en un pozo de lánguido olvido. El estribillo, esa reiteración de una pequeña estrofa en ciertos momentos de una canción que los oyentes nos empecinamos en paladear, saborear y masticar sin escupir. Como un bubbaloo infinito nos acompaña pegajosamente en algunas situaciones claves de nuestra existencia. Será por eso que hace unos años Antonio Birabent se preguntaba «¿Dónde está el estribillo de tu vida?»*

Es así. La vida –en su acontecer aparentemente lineal e ininterrumpido- tiene hitos (¿hits?) que misteriosamente pueden relacionarse con situaciones álgidas y de máxima tensión, como lo son también los estribillos de un tema. Desde niños hemos replicado hasta la inconsistencia frases que pertenecían a canciones populares. Cuando le compraban primero algo a mi hermano más grande o mis abuelos lo tomaban como ejemplo de todo; yo musitaba ese bodrio de Roque Narvaja: «Yo quería ser mayor,/ quería ser mayor…» Como también en la adolescencia cuando teníamos el «Corazón partío», siempre estaba a la vuelta de la esquina el consuelo de «El amor después del amor».

Rosendo, un músico español, dice que el estribillo: «es la parte de la vida donde todo el mundo canta y se divierte, donde todo es fácil» y por eso ha editado con cierta ironía el disco A veces cuesta llegar al estribillo. Sin embargo, hay casos en que nuestra ira se desata ante la hipocresía de un vicepresidente (por dar un inocente ejemplo), que traiciona sin más a todo un electorado y comienza a votar no positivamente cuando le conviene (sobre todo a su imagen e intereses). Aquí surgiría nuestra etapa punk donde perdemos los «estribos» (o estribillos) y en la cabeza, «perdiendo el control», nos late a mil un: «Y ahora qué pasa, ¿eh?.../ Uno, dos, ultraviolento./ Uno, dos, ultraviolento…» Y la repetición feroz nos descomprime la rabia y la frustración, para así poder seguir sin convertirnos en un Harvey Oswald del siglo XXI.

«Que, para ser comercial, a esta canción/ le falta un buen estribillo», decía la voz ronca de Sabina en un tema que repasaba sus cincuenta primaveras en este mundo. Entonces, ¿qué es lo que nos quieren vender estas insistentes frasecitas? Un vademécum, acaso, repleto de placebos que nos endulcen letales los oídos. Tal vez, pero lo que importa es que, cuando alguien te dice un par de veces: «Oye, te hacen falta vitaminas…», te das cuenta que los años no vienen solos y que «sólo se trata de vivir,/ésa es la historia…»

Más temprano que tarde nos enteramos de que son los momentos top five los que permiten afianzarnos en la cabalgata sin freno hacia el inevitable barranco. Episodios donde pudimos lograr que los demás corearan nuestras humildes hazañas y siguieran letra a letra nuestra voz. Por este motivo será que nos gusta recordar hasta lo imposible, hasta el instante futuro en que el deseo se convierte por fin en realidad y así podamos cantar: «El día que me quieras…» y seguir imaginando lo hermoso que vendrá después.

Repito, porque de esto se trata todo: «¿Dónde está el estribillo de tu vida?»




*Aclaro que este texto es una suerte de lado B de otro ensayo que escribí y publiqué hace poco en la revista El Desaguadero.

7 comentarios:

Marisa Perez Alonso dijo...

Hola Hernán.
¡Qué acertado tu lado B! Yo creo que muchos estribillos me acompañaron durante mi vida. Te diré que algunos se me pegaban como garrapatas a pesar mío como esos reguetones que escuchan mis hijos adolescentes. A veces me sorprendo cantando un bollo y no puedo sacármelo de encima. Pero el estribillo de mi vida, el que de vez en cuando repito por voluntad propia para que me acompañe es el de la canción "Razón de vivir" de Víctor Heredia. Aquí te lo transcribo sin las lamentables notas que emite mi garganta:

Para decidir, para continuar,
para recalcar y considerar
solo me hace falta que estés aquí
con tus ojos claros
Ay!, fogata de amor y guía
razón de vivir mi vida.

¡Un abrazo!

sergio dijo...

Coincidimos en que Cobos nos saca el punk que tenemos adentro. A mí me vino a la memoria:

Hay gente mentirosa, gente policía
gente de mierda, gente que no
gente que no, gente que no.

Paula Seufferheld dijo...

Yo te voy a hacer de analista por hoy: ¿te has dado cuenta que en El desaguadero y aquí estás indagando sobre el mismo asunto? Tu subconsciente grita: ¿cuáles son los versos/estribillos que romperán los poemas/canciones para pasar al patrimonio de la memoria colectiva olvidados los textos y los autores?

Te dejo pensar estos días y te pongo como tarea que te autodiagnostiques, yo después te doy mi conclusión que ya la tengo... pero en la terapia todo se construye, ja.

Cambio de rol, y me vuelvo publicista: el estribillo tiene la fuerza del slogan de la publicidad. Esta palabra escocesa significa "grito de guerra", tiene que ser breve, fácil de recordar y llamar la atención. Además tiene el poder inferencial de cerrar ideas incompletas. Yo te digo NEVADA... sé que te tengo. JUMBO... te da más y podemos seguir una noche de charla alpedística. Con los estribillos pasa lo mismo: por ejemplo, te tiro: Dueño de ti... y vos solito completas los cuatro versos de la canción. Incluso con estribillos maratónicos como el de 19 días y 500 noches, yo empiezo con un "y regresé/ a la maldición del cajón sin su ropa" y recuperás los 20 versos que faltan con poco esfuerzo.

Iba a pasar a un rol de lingüista... pero suficiente por hoy.

Un beso y hagame la tarea, paciente.

Paula Seufferheld dijo...

Mirá si soy tarada... no leí la letra chica del ensayito, bueno, vale más mi párrafo inicial, me di cuenta solita...

Hernán Schillagi dijo...

Marisa: por eso son como un chicle, ya que a veces estamos "Bate, que bate, que bate el chocolate..." y no entendemos por qué la cantamos y no la podemos escupir de nuestra cabeza.

El otro día me levanté cantando el estribillo de una canción de Montaner (¡Que no quiero oírlo!) y me a los 40 minutos me quería matar.

Pero aquí se trata del "estribillo" como un momento feliz de nuestras vidas, el cual nos persigue para darnos aliento. Y tu estribillo de V. Heredia es hermoso y emocionante. Mientras lo leía lo iba canturreando.

Un abrazo como fogata.

Hernán Schillagi dijo...

Sergio: me prendo a poguear con vos ya ese estribillo de "Todos tus muertos" (ya hemos pogueado como locos en otras ocasiones, ja).

Se me ocurren otros estribillos para esta oposición rastrera que nos hemos sabido ganar con nuestro voto. Hago un "mea culpa". Sí, los mearía a todos cantando ese viejo estribillo de una banda española de los 80: "Mi agüita amarilla, mi agüita amarilla..."

Hernán Schillagi dijo...

Ay, Paula: no quiero hacer leña de la jarilla caída, pero me has hecho reír mucho con tu atolondrado "primer párrafo" (una risa de sorna, por supuesto), jaja X-)

Paso a contarte: cuando escribí para El Desaguadero "El verso o la vida", se me venían con una insolencia inusitada los estribillos de canciones famosas, cuando en realidad yo quería mostrar cómo la poesía incidía en el lenguaje y le daba aires nuevos. Entonces me quedaron dando vueltas un montón de frases e ideas: un lado B, como dije.

Pero no lo escribí al ensayo hasta que se me ocurrió otra tesis (si no era repetir lo "mesmo", como me "acusáis sin razón"). Pensé que nuestras vidas, como le digo también a Marisa, tienen momentos que se parecen a "hits", o al menos a estribillos felices y alegres que quisiéramos repetir. Entonces quise "ilustrar" posibles momentos de mi vida con estribillos conocidos. Bien, se parece a lo de los versos, sin embargo es la otra cara.

Nunca te olvidés de leer la letra chica, aunque pensés que el que escribe empequeñeció su escritura.

Gracias por los ejemplos. Son muy divertidos y era mi idea. Compartir momentos y estribillos hermosos de nuestras vidas.