miércoles, 30 de junio de 2010

Suárez y la leyenda de las cosas perdidas



La lógica lo permite. Por eso un día, Suárez comenzó a encontrarse con todo lo que alguna vez había perdido. Al principio, cosas sin importancia como unas bolitas japonesas, las llaves de su primer auto, un magiclick gastado. Luego, las botellas que había consumido, los amigos de la infancia, las novias de la adolescencia.

El control remoto lo seguía como un perrito faldero, las monedas de cinco centavos se le abultaban en los bolsillos hasta no dejarlo caminar. Suárez se mudó a casas cada vez más grandes. Compró vastos baúles sin llaves, para no tener que extraviarlas y recuperarlas después. Modificó su rostro con dolorosas operaciones, pero los viejos amores y las amistades de antaño se las ingeniaban para cruzarse en su camino. Las acusaciones de poligamia, de latrocinio y de avaricia ya no cabían en su museo ambulante y personal.

Cansado de haberse convertido en un agujero negro donde ninguna partícula material, ni siquiera los fotones de luz podían escaparse; Suárez estiró la mano, buscó sin titubear en cualquiera de los cajones de un armario y sacó un revólver para llevarlo hasta su frente. Disparó. Nada. El arma no estaba cargada. Rastreó las balas por sus habitaciones con una sonrisa irónica. Nada otra vez.

A las cuatro horas de revisar hasta debajo de las baldosas, Suárez se dio cuenta de que estaba curado, libre de su magnetismo impiadoso. Sintió nostalgia por un breve instante. Ahora le quedaba recuperar solamente la sorpresa de los pasos perdidos de su antigua vida entregada al azar.

9 comentarios:

Proyecto Maria Castaña dijo...

Me gusta la idea general y está bien resuelta hasta el penúltimo párrafo, pero... ¿por qué se curó? Leo y releo el final y no lo logro entender, ¿por qué intento matarse? Necesito una explicación de "alumna perdida".

Hernán Schillagi dijo...

Un buen profesor (que no soy yo) le diría siga leyendo, alumna. Siga leyendo.

Pregunta motivadora: si a Suárez todo lo perdido le salía al encuentro y el revólver lo encuentra "sin titubear" ¿Cómo es posible que las balas no las "encuentre"? Levante esa tapa y se descubre todo, alumna Seufferheld.

Proyecto Maria Castaña dijo...

No es que quiera ser mala, pero un tipo como Suárez debería haberlas encontrado y siguiendo al tango Afiche, si algo de dignidad le quedaba, tendría que haberle dado ganas de "balearse en un rincón".
Latrocinio, poligamia, avaricia... era más malo que Pedro Páramo.

Hernán Schillagi dijo...

Pero no, pobre. Era acusado de todo eso, pero porque se encontraba con todo lo perdido. Imaginate vos si te empezás de golpe a encontarte con todas las trabitas e invisibles que han sujetado tu indócil cabellera. Serías acusada de traficante de cobre, jaja.

Gracias por seguirme en los comentarios ;-)

sergio dijo...

Digamos que su texto podría ser una alegoría de la escritura. Cuando se escribe (poesía sobre todo) uno vuelve a encontrarse con objetos, personas, momentos que ya perdimos de vista. Yo me encontré hace poco con un café y una noche fría de hace varios años y me gustó. Ahora, si se me vinieran todos los cafés y las noches frías de mi vida, válgame dios, prefiero ser la amnésica de la novela de la tarde. No, mentira. Alguien como yo prefiere la saturación al olvido. O sea, prefiero ser su Suarez a un agujero.

Proyecto Maria Castaña dijo...

¡Feliz aniversario bloggeril! ¡A seguir con esta cruzada de post y comentario! (de paso me doy ánimo a mi misma para ver si puedo volver a publicar 3 post por mes).

Ah, que en estas vacaciones descanses vos y tu familia.

Paula.

Hernán Schillagi dijo...

Sergio: muy buena tu tesis sobre una analogía con la literatura. Y sobre todo con la poesía, ya que es recuerdo básicamente.

En esa recuperación de cosas casi perversa que hacemos para apilar versos, el poeta las enfrenta y les pone el nombre que hubiera querido que tuvieran.

Pero este Suárez en cuestión es una víctima de la lógica: es posible que uno se pueda encontrar con todo lo perdido (al menos con lo que no espichó). Parece una hermosa idea. Pero comer ravioles (o salame en tu caso)todos los días provoca indigestión.

Hernán Schillagi dijo...

Paula: gracias por el saludo tan auspicioso y alentador!!!

En estas épocas de tanto "face" y poco "book", el blog (y los comentarios) viene a ser un espacio para el pensamiento y la diversión inteligente (sin esnobismo y banalidad).

Es una alegría encontrarse siempre en estos lugares contaminados de palabras y tantas fotos.

Proyecto Maria Castaña dijo...

A mí el trastorno bipolar me da tela para "face" y "book" y, a su manera, me divierto con ambas vertientes virtuales sin perder mi personalidad (doble, ja).