lunes, 16 de septiembre de 2024

Charly resume



Que los venenos vienen en frascos diminutos, todos lo saben; pero que se pueda concentrar cincuenta años de una obra genial en poco más de media hora, hace de «La lógica del escorpión» un logro de dimensiones épicas. Charly resume el canto de una epopeya íntima y popular al modo de los aedos griegos, que podían soportar una guerra completa en su memoria y compartirla a viva voz.

    La leyenda cuenta que, no por casualidad, una cítara de juguete fue el primer instrumento con el que niño Carlitos García Moreno empezó a tañer esta fabulosa relación con la música. Es decir, un aedo surgido a mitad del siglo XX en el hemisferio sur, con una mancha en la cara, que hizo de su capricho una ley (y más adelante, una lógica), pudo dar inicio a la síntesis de lo clásico con el rock, de la poesía con la música, de la rebeldía con lo comercial. Si en el cuento «El Aleph», Borges proponía tener una visión de todo el universo en un solo punto, Charly García –que nació «para mirar lo que pocos pueden ver»–, se atreve también a escuchar y auscultar una realidad sonora apabullante en el breve espacio de un único disco. Así se dan cita los Beatles, The Byrds, o los Stones; como también Piazzolla, Satie o Bowie; además de Sui Generis, Serú, o su etapa solista completa; para reunir sin aviso a Lebón, a Aznar o a un exhumado Spinetta, mientras se ríe de todo con Orson Welles y Fito Páez.

    Por eso, Charly asume como paso siguiente, su frágil condición de rapsoda de sí mismo. Ya no crea como en las épocas doradas, sino que «cose» las canciones con los retazos recogidos luego de una tormenta furiosa. Su voz, por hablar de lo que más preocupa a los oídos biempesantes, pasa de las cien capas de seda fina, a estar desnuda, gastada, lastimada. Sin embargo, las críticas al desempeño de Charly como cantante comenzaron mucho antes y por él mismo: en la adolescencia fusionó su grupo escolar al de Nito Mestre porque «Cantaban mejor que nosotros…», confesó una vez en una entrevista. Luego, en el primer disco de La Máquina de Hacer Pájaros, su participación vocal fue relegada a la categoría de un instrumento apenas audible, mientras que en el debut de Serú Girán, David Lebón tomó las riendas ante el micrófono en la mayoría de las canciones (cómo olvidar la reseña del diario La Opinión que tachó a todo el conjunto de tener «voces homosexuales»). Parafraseando a un trasnochado titular: Charly García, ¿cantante o qué? A partir del segundo disco de Serú Girán y ya más asentado en «Yendo de la cama al living», su caudal ganó en sutilezas, voluptuosidad, potencia y fragor interpretativo. Una década en la que una voz hermosa y con personalidad podía ir del terciopelo («Adela en el carrousel») hasta lo más áspero («La sal no sala») sin ningún reproche. El tiempo (con sus excesos) pasó y llegó el deterioro para mostrarnos ese «lado inconcluso». Pero el que se calza los auriculares para escuchar este último disco de 2024 descubre una voz póstuma, no muerta. Una que lo ha vivido todo, ha muerto y resucitado en modo «Fantasma de la ópera», para arrastrar cadenas en la garganta y romperlas en cada verso. La boca de Charly, partida en dos desde el bigote, recita en primer plano y marca el ritmo con toda la furia, la vitalidad, la ironía y hasta una ternura que abraza. «Querían a otro en mi lugar», se quejaba en «Random». Es cuestión de probar y acercar la oreja a cualquier afinado tributo a la obra Charly –con voces angelicales que lo reemplazan honrosamente–, para salir corriendo y volver a sus huestes incómodas de una modulación feroz. Quizá en un futuro, cuando el algoritmo nos pregunte si somos un ser humano o un robot, nos haga oír un fragmento de este disco. El que se conmueva, pasará.

    Para continuar con los griegos, fábula de Sófocles de por medio, resulta fascinante cómo Charly rezume gotas de oro en cada acorde. El elemento sólido de las trece canciones de «La lógica del escorpión» exuda un destilado venenoso de un aprendizaje tan perverso como entrañable, ese que te aleja de la mediocridad, del conformismo, de destruir las condiciones que te mantienen a flote. Una pobre antena que se levanta, capta en la atmósfera el tránsito de una información tramposa y absorbente, para luego transmitir un resultado de una belleza fatal y certera como un aguijón. Resumir, asumir y rezumar, finalmente, para seguir hablando de Charly García, para seguir hablando a tu corazón.


HERNÁN SCHILLAGI (inédito)

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