hierro y camino
De un sueño lejano y
bello, viday,
soy peregrino…
Atahualpa Yupanqui
no hay
sonido que no conozca
o más bien
no existe un solo ruido
de ese
árido planeta nombrado como calle
que no
esté obligado a recorrer
las
vueltas del pabellón auditivo
para
meterse en mi cabeza
sin aviso
ni piedad
por eso es
que despreocupado
vuelvo a
pie de un encargo del albañil
«una
varilla del ocho» había pedido
es decir doce
metros de hierro en mi mano
que traigo
sobre el asfalto a la rastra
y las
chispas saltan contra la tarde
como
fugaces estrellas sin deseos
aunque son
los chillidos férreos inflexibles
los que anuncian
a todo el que se dé vuelta
y quiera
escuchar «cuidado
los
cimientos de una casa
dependen
de mí soportan en mí
y estos
gritos tan agudos y luminosos
serán las
columnas de un silencio
hogareño
que ni todo el cemento gris
podrá
ocultar cuidado tengan cuidado
he dicho
no soy tan fuerte como parezco»
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