lunes, 7 de abril de 2014

Ese oscuro deseo de los objetos




Lunes, sí, otra vez. Fatigo casas de repuestos sobre la bici. ¿A quién se le ocurre tener un auto «modelo español»? Es como poseer una carabela atracada en las lagunas de Guanacache. Así y todo busco el cable del embrague por cuatro o cinco negocios. Algo opaco me llama poderosamente la atención en cada uno: la mugre sobada sobre el monitor y los teclados de las computadoras. Modelos Pentium gerontes devuelven precios actualizados que espantan. Sin embargo me da cierta emoción pensar en el servicio que han brindado todos estos lustros, la fascinación de la maravilla científica al comienzo, las trémulas dudas ante los sistemas informáticos; para luego aporrearlas familiarmente con las manos engrasadas. La tecnología no ha podido quitarnos del todo lo más humano que tenemos: el descuido hacia los objetos. Igualmente, le puse candado a la bicicleta cada vez antes de entrar. Nunca se sabe.


HERNÁN SCHILLAGI

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