martes, 27 de noviembre de 2012

Tiene un poema sin leer







una llamada perdida


apagar el día como si fuera posible
un paréntesis entre los lazos que te unen
con el mundo exterior al finalizar
cada jornada sin embargo
con el pulgar sobre el teléfono
abrís el sueño para que las luces y los sonidos
que comandan tu cerebro agitado
clausuren los ojos los oídos y la garganta
ante la sorpresa y el sobresalto

es en cada amanecer por eso que apretás
con fuerza el teclado para recuperar la noche
como si fuera posible entonces
una llamada perdida en el registro
de tu tranquila conciencia viene a testificar
un pedido de auxilio una voz
que atravesó negra la ciudad
hasta tu refugio tan sin respuestas
como sin ninguna salida


HERNÁN SCHILLAGI

8 comentarios:

Escribir, coleccionar, vivir dijo...

En este final de año me duermo como si me desmayara, supongo que mi teléfono existencial sigue recibiendo mensajes y notificando llamadas pérdidas. Una información que me reclama atenta, pero que no voy a registrar. Como en este poema, tampoco puedo ofrecer respuestas o salidas a los llamados de auxilio. Quizás porque es imposible dar lo que se espera. Quizás porque muchas veces me he sentido la contracara de esta historia y soy de esos mensajes que cruzan la noche negra para encontrar del otro lado de la línea el silencio.
Me puse seria, no voy a hablar de ningún aspecto técnico del poema ya que me parece impecable, incluso tiene esa gema: "una voz que atravesó negra la ciudad" (no sé si te das cuenta de tu propio hallazgo, dejás al adjetivo "negra" en una posición tan central que puede perfectamente calificar, a la vez, a "voz" y a "ciudad"). Hernán: CLAP, CLAP.

Hernán Schillagi dijo...

Paula: muchas gracias por el comentario nada "perdido". Lo archivo en mi casilla de mensajes como un tesoro.

En el verso que resaltás, siempre me ha gustado jugar (no encuentro un término más preciso) con el "predicativo subjetivo no obligatorio" (perdón ahora por tanta precisión): un adjetivo en medio del predicado que extraña al sustantivo al que siempre acompañó en el sujeto. Encima no hay necesidad de colocarlo. Además musicalmente da un aliento inesperado, un corte interesante. Búsquedas que le dicen. Me alegra que haya provocado algo en tu lectura.

Un abrazo.

Marisa Perez Alonso dijo...

Mire poeta, le envidio el teléfono suyo que le anda guardando pedacitos de otros tiempos a los que puede recurrir cuando está disponible. ¡Maravillas de la tecnología que le permiten a esa voz oscura atravesar la ciudad negra para quedarse esperándolo entre luces y espejos líquidos!
El poema me pareció perfecto, como para cerrar la tapa del tesoro con una sonrisa de admiración.
Saludos en su buzón de voz.

Hernán Schillagi dijo...

Marisa: ¡muchas gracias! Si vieras mi teléfono antediluviano se te iría la ilusión en dos segundos. ¡Pero cómo embellece y mejora la literatura!

No creo que el poema llegue a la "perfección" (de paso ¿existe?). Sos tan buena lectora como buena amiga, jaja. Sí me entusiasma que un poema pueda conmover al lector, hacerlo reflexionar y que las palabras (lo más precisamente acomodadas) se queden flotando en su cabeza.

Un beso grande.

Pd: si podés arrimarte a la presentación del libro de Bettina Ballarini sería genial. Te doy tres motivos: la poesía, vamos nosotros y estará nuestra amada Cristina Salatino.

Fernando G. Toledo dijo...

A mí también me encantó el ingenioso uso del predicativo porque en este caso aparece como una hipálague, si es que supongo bien la oscuridad de la ciudad que tiñe a la voz del mismo modo que a aquellos viajeros de Virgilio que «iban oscuros por la noche sola».

Hernán Schillagi dijo...

Fernando: gracias por el comentario. Sin querer hacerle perder efectividad ingenua al verso mentado, creería que es una "semi-hipálage". Ya que para alcanzar los laureles de Virgilio, tendría que haber escrito (y habérseme ocurrido) algo así: "una voz/ que atravesó negra la ciudad muda"; atribuyéndole a un sustantivo la cualidad (o acción) de otro cercano. Allí estaría la figura retórica completa, aunque es igualmente hipálage, con perdón de los presentes, jaja.

Un querido abrazo, enorme amigo (¡estuve cerca!).

Marisa Perez Alonso dijo...

Fernando y Hernán, con ustedes uno aprende de recursos o se pega en la cabeza con la pared!!! Son los fantásticos. Me llevó tanto entenderla, y creo que ya había olvidado su definición, y ahora ustedes me la enseñan con esta belleza. No me la voy a olvidar nunca.

Gracias. Les mando a los dos un saludo quieto desde mi mundo recién inaugurado.

sergio dijo...

Este poema desarrolla una idea que me resulta muy afín. Yo la llamo “bajarse del mundo”. Consiste en quedarse sin conexión con el exterior, para así estar con uno mismo. Tal vez la efectividad del poema, su universalidad, radique en que este es, me parece, un deseo muy humano. Lo que sí me inquietó es que, según el texto, esto solo sucedería en los paréntesis. (Confieso que detesto pensar que solo me tengo en los paréntesis. Cuestiones de ego, vio). Pero así como este deseo es muy humano, también lo es (lamentablemente) la ansiedad. Ansiedad por no perdernos nada, por estar siempre en varios lados a la vez. Y aquí entra en juego mi espíritu de contradicción. Es decir, si por un lado deseo estar conmigo, atento a todo lo que me sucede, por el otro me angustia “bajarme del mundo”. Ergo, jamás apago mi celular. A lo sumo lo silencio. Y así voy por la vida con el cerebro tironeado entre mirarme, examinarme, investigarme, y tener el rabillo atento a lo que sucede un poco más allá, concretamente con las vidas de mis amigos (que en honor a la verdad, son los únicos capaces de enviarme un mensaje a las 4 de la mañana).