sábado, 20 de octubre de 2012

Un poema de herencia





la medianoche de los gallos


porque un padre tiene siempre
la última palabra picotea el teclado
en una riña contra las letras y la noche
como si fuera un gallo que indaga
la tierra en busca del sustento diario

así deja muescas sobre el planeta táctil
de los hijos un sistema braille
que ciega la memoria y perfora
punto por punto el mapa de la lengua
materna porque un padre siempre
improvisa la última palabra
para recibir mientras todos duermen
el primero de los silencios que vendrán


HERNÁN SCHILLAGI

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Me gusta esa primera afirmación: un padre tiene siempre la última palabra. Equivalente a porque lo digo yo. O aquí se hace lo que yo digo y al que no le guste….
Pero este padre no dice, escribe. Pero aunque no diga y escriba, este padre, como todos, deja marcas, esas con las que nos tenemos que ver a diario. A veces también, en el diván del analista.
Y este padre, como todos, como el padre de este padre incluso, improvisa la última palabra. ¿Qué otra cosa puede hacer? Siempre pienso en el salto inmenso que implica la paternidad. A diferencia de una profesión, para la que estudiamos, o un oficio aprendido lentamente, la paternidad comienza a ejercerse a un ciento por ciento desde el primer día (¡y esto hasta en los huérfanos!). El símil que se me ocurre es el de convertir a alguien, que nunca trabajó en la docencia, en director de una escuela. Y entonces el padre, hasta ese momento un adolescente o un joven casquivano, comienza a ser la autoridad. Y para colmo, debe ser una autoridad sólida, sin grietas, que el padre en cuestión no puede dejar de ejercer. Y porque el padre nunca, pero nunca duda, ya lo dijimos, improvisa.
Pero el padre en cuestión, y se me ocurre que todos los padres, luego de improvisar la última palabra, cuando todos duermen, cuando está solo, (lo dice el poema, y yo me lo me imagino), se cuestiona, tiene miedo de haber metido la pata. Miedo de que por mandar, por ser EL PADRE, no ser querido. Porque en el fondo, el deseo de ser querido es más natural que el deseo de ser respetado o temido que, me parece, y valga la redundancia, responde más a un mandato social. Esto en personas de buen corazón, por supuesto. Hijos de puta hay, ha habido siempre y en todo lugar.
Guau! Leo que escribí y me pregunto si me fui a la mierda. En cualquier caso, lo escrito, escrito está.
Muy bueno el poema.

Sergio

Hernán Schillagi dijo...

Sergio: gracias por tan valioso comentario que, dicho sea de paso, me sorprende y me halaga que salga a partir de mi breve poema.

Interesante la observación de que se es padre por completo en el primer segundo de vida del niño. Ahora pienso en retrospectiva y caigo en lo irresponsable que fui hace más de 11 años.

Espero con ansias la intervención ampliada sobre este comentario cuasi ensayístico.

Marisa Perez Alonso dijo...

Hermoso el poema. Hermosa la intervención de Sergio. Lectura sin fisuras, con una raiz que se anuda en el centro del pecho.
Gracias, gracias, gracias.