domingo, 25 de marzo de 2012

Sola y su arma



La mujer se pone de pie. Esos golpes contradicen con furia su soledad en el universo. Camina con paso firme hacia la puerta. «Todos los seres han muerto», repiten ajenos sus labios. Abre. El libro, como un gatillo, ya le quema en los dedos.


HERNÁN SCHILLAGI

4 comentarios:

Fernando G. Toledo dijo...

Interesante reformulación del célebre cuento de Thomas Bailey Aldrich, a su vez célebremente reformulado por Fredric Brown.
Lo más interesante de tu microrrelato, en este sentido, es que ese juego de reinvención a partir de un texto matriz es propio de la literatura, y por ello me gusta esta especie de «cierre del círculo» con la develación de ese libro que ella tiene en las manos. Y que, por supuesto, no puede hacer otra cosa que arder.

Hernán Schillagi dijo...

Fernando: gracias por el comentario. Sí, el archifamos relatito de "Sola y su alma" que todas las antologías vienen recogiendo desde que Bioy, Silvina y Borges lo publicaron en la "ardiente" e insoslayable Antología del cuento fantástico.

Sospecho (y anhelo) que esta, mi versión, no cierra ese final abierto del original que tanto nos asombra y nos invita a releer. Es el típico microrrelato que los profesores de lengua damos para que el alumno continúe el final. Lo hice tantas veces que me dije: "Ahora me toca a mí". Pero le cambié el título, jaja.

sergio dijo...

No sé si entiendo mucho. Mire que lo leí. Pero me quedan dudas. Acaso el texto tenga un intertexto que desconozco. Igual me arriesgo (no tanto) y voy por el lado de la identificación.

Yo también he experimentado la sensación de estar solo en el mundo con el libro que leo. Agréguele a esta soledad el hecho de que al leer suelo usar sordinas. Y de pronto, cuando estoy en la villa de Cristian Alarcón o en el palacio de Ana de la Serna, da lo mismo, viene alguien (golpe en la puerta, timbre de mensajes en el celular) y se asoma a mi vida. Y aunque no tenga ganas, porque soy bien educado, atiendo. Aunque también es verdad que si el perturbador de mi pequeño paraíso viene en persona, suelo atenderlo con el libro, como un arma, en la mano (tan bien educado no soy), y si él/ella a su vez es bien educado, se da cuenta de que estoy ocupado, dice lo que tiene que decir y se va. Y cuando no son educados, bue… En fin, que hay gente pa todo.

Muy bueno el “repiten ajenos sus labios”. Muy…¿plurisignificativo?

Hernán Schillagi dijo...

Sergio: creo que la imagen de Ud. leyendo con sordinas es insuperable. Supera al cuento de Aldrich (Sola y su alma) y el mío, jaja.

Aunque es cierto, uno lee y pareciera que el universo todo ha desaparecido, aunque soy de los que creen que leer, más que aislarte, te conecta al mundo con más atención. ¿Será por eso que se nos agudiza la audición?