sábado, 14 de enero de 2012

Los golpes de la vida


A eso de los 8 años vi Rocky, la primera. Luego me hice coser -con unos jeans viejos de mi papá- unos guantes rellenos de estopa y até una bolsa desde el parral. Allí forjé entre fintas y ganchos el mejor de los sueños. No el de ser boxeador, sino el de saber perder injustamente.

Es así que, más temprano que tarde, colgué los guantes y me puse a escribir poesía.

4 comentarios:

Marisa Pérez Alonso dijo...

¡Hola Poeta! Directo a la mandíbula, me encantó. ¡Feliz año! Todavía hay mucha injusticia que poetizar...

Hernán Schillagi dijo...

Marisa: sí, parafraseando a Roberto Arlt, un "cross a la lírica".

Gracias por traer comentarios frescos ante este sopor estival.

sergio dijo...

Al leer Los golpes de la vida no pude evitar pensar en lo patético de ciertas ideas de lo poético. Al que le roban la pelea, es la primera. Le siguen: el poeta como un bicho que camina horrible pero que vuela bellamente (perdón Baudelaire pero eso suena a autocompasión); el morir por amor (Woody dice que las palabras más hermosas de una lengua no son “te amo” sino “es benigno”); la madre abnegada que se lastima las manos bordando para la princesa (perdón Wilde pero eso suena a populismo); etc.

Nota: de manera voluntaria omití la mención de las virtudes “poéticas” de cierto jugador de fútbol porque conozco las represalias.

Hernán Schillagi dijo...

Sergio: sí, hay algo de autocompasión patética (toda autocompasión es patética), sin embargo ¿si no nos lamemos las heridas entre nosotros quién lo va a hacer? Además, no deja de pasar: todo poeta aprende que lo suyo es algo inútil, fuera de lo "normal" y -repito- autocompasivo.

La continuación de esta experiencia, o la otra cara (mejor dicho) la profundizo en el ensayo "Los éxitos de la literatura". Una busqueda diferente a una respuesta que no alcanza.