jueves, 13 de octubre de 2011

Peter Pum





Crecer es el límite. El cuerpo de los adultos se agiganta solo para que le entre más basura. No deseo para mí un hogar, como la traidora de Wendy. Aprieto el gatillo. Pum.

Era la última cebita. Ahora me queda aprender a caminar entre tanta gente sin alas.

2 comentarios:

sergio dijo...

¡Qué amargor! ¿La vida es tan horrible como la pinta su pobre Peter? A veces creo que lo es. Y más todavía. Es una real mierda. Y otras, me parece que no está tan mal. Que, aunque retorcida, tiene una lógica. Pero el optimismo me dura hasta que veo a la gente en la calle o en la tele, y vuelve a espantarme. Y lo peor es que en ese momento me percato de que una cebita no arreglará el asunto (mi asunto), que terminar con todo requiere un gesto más radical que no estoy dispuesto a hacer. Y sí ¡es muy amargo el peterpanismo!!

Hernán Schillagi dijo...

Amigo: no tanto, pero un poco de verdad hay en este agridulce microrrelato.

Es un poco "la visión del anfibio" también, ya que -en un momento de la vida- debemos pasar a un terreno que nos asusta y nos paraliza. Unos más tardíamente que otros.

Parafraseando a Spinetta, él decía "Tengo que aprender a volar/entre tanta gente de pie". Peter ya vuela, debe aprender, inevitablemente, lo contrario.