miércoles, 20 de abril de 2011

De los Portones al Arco, Décima entrega



Décima entrega:


El vuelo de las reinas


La carretela rueda lentamente por la variante que evita atravesar toda la ciudad de Palmira. Es de noche y el Panza sabe que hay un nuevo basural detrás de los antiguos talleres ferroviarios. Los mismos trenes también parecen contenedores de residuos olvidados, sin más movimiento que la entrada y salida sigilosa de los ocupas. Una voz que desentona con el grupo rompe el silencio:

—¿Esa morocha es nuevita?
—Sí, Panza. Empezó ayer, le contesta la travesti de la boca torcida.
—Pero es más fea que chupar un limón. Decí que está oscuro; porque si no, se le notaba hasta la barba.
—Es que con esto del «Corralito» no nos han quedado ahorros ni para una «yilé» miserable. Y una risotada torcida asusta al caballo que da un relincho desaprobador.

Juano ahora es Juana. Las piernas rayadas le cuelgan de la carretela y sus tacos altos a veces rozan la calle. Como si ensayara un falsete sospechoso canta entre dientes: «Lejos, lejos de casa, no tengo nadie que me acompañe a ver la mañana». Aunque sea de noche, la canción no es caprichosa. Gala, cuando no salía a levantar la quiniela clandestina, colocaba inyecciones a domicilio. Todavía el recuerdo hace que Juano se sobe la parte trasera de su minifalda. Ella practicaba al principio con naranjas. Pero un día, Juano había echado las cascaritas en el mate y se había tragado hasta el último gajo de la única que quedaba sobre la heladera. Por lo tanto, Gala elevó la jeringa, trazó un cuadrante imaginario en la nalga derecha y Juano sintió el chirlo de su mujer como un trueno invertido que se había adelantado al fatídico rayo. Por eso, él a veces la abrazaba con suavidad, hundía la nariz entre sus rulos y le susurraba: «Ni que me dé la inyección a tiempo, antes que se me pudra el corazón». Sin piedad, la del rimmel lo interrumpe:

—Escuchame, «nena». ¿Te vas a presentar para reina?
—¿Reina de qué?
—Afiná la voz que se pudre todo con el Panza.

Con el rimmel siempre como una batuta, ella le cuenta que esta noche van a trabajar poco y nada, porque cerca del carril les espera su fiesta de la Vendimia. Allí saben hacer la elección de la reina entre las «chicas». Por eso traían ropa de más, un tetra de vino y algunos camotes para echarle a la olla. «A veces tiramos hasta unas cañitas voladoras», dice, y el borde negro de sus ojos chispea un poco. Aunque con la crisis, las noches de este verano han sido bastante más oscuras.

La carretela llega hasta el Chimbas. Un fuego improvisado al borde de la calle alumbra a un grupo de travestis que los reciben con gritos alegres. Juano empieza a preguntar por el taller de ese tal Soto que está cerca de las vías.

—Pará, che –le dice Gloria Trevi- ¿Pensás que va a estar abierto a la medianoche?

La olla compartida comienza a ser vaciada y el vapor del puchero entra en el cuerpo de Juano para darle un calor parecido al de ese hogar que nunca supo dibujar del todo bien. Alguien prende una cañita que hace una curva de dos humildes metros y cae cerca del grupo que da un salto como para volar, pero no. Un poco de luz artificial que acelera los corazones. Empieza la fiesta. Aquí solo hay bailes sin coreografías y ninguna voz en off que hable de «vides y pámpanos». Los autos de los clientes parecen carros demorados que no se animan a acercarse por miedo a tanto bullicio.

—Un voto para todas las reinas, se escucha y empieza el conteo.

Terminada la votación, «Juana» obtiene ese único y solitario voto de compromiso. El Panza ya se había ido y algunas chicas comienzan con la ronda nocturna. Entonces, Juano aprovecha para sacarse los tacos que le tenían escaldados los pies. De pronto siente que alguien se le acerca. Los pasos urgentes y decididos de un hombre. Él se da vuelta y se lleva la peluca a la boca para ocultarse. Unas manos fuertes lo toman de los hombros y lo hacen girar sobre sus talones ampollados. Juano se muerde la lengua para no gritar del dolor.

—Decime ¿Vos andás buscando a una colorada? Me llamo Soto y sé dónde puede estar.

Como una aguja intramuscular, esa noticia entra hasta el corazón de Juano que lo hace mirar hacia arriba, hacia un cielo dudoso de nubes, hacia la brillante cara de esa Galatea más dura que el mármol a sus quejas. Por eso, un solo deseo se le escapa por los labios todavía pintados: «que las sombras se hayan ido, nena».




Soundtrack: Eiti Leda, de Serú Girán

8 comentarios:

Marisa Perez Alonso dijo...

Bueno, si hay algo que demuestra la huída de la pelirroja es que hay mucha gente buena que desea ayudar a otro aunque sea con malos modales. Entre todas las terribles humillaciones sufridas por el vendedor de tabletas (esa es la más difícil de tragar) además debe usar tacos altos... la colorada ¿Sabrá de estos sacrificios?
Abrazos peregrinos.

sergio dijo...

Amigo:

Este comentario seguramente le suscitará la pregunta ¿para esto se tomó tanto tiempo y tantas veces leyó mi poema? Pues bueno querido, el dosmilonce no me ha encontrado especialmente inteligente.

Voy al comment:

Primero. Definitivamente su texto tiene algo (¿los tiempos verbales?) de agramatical. Pero en esta agramaticalidad (que no quiere decir que esté mal escrito sino todo lo contrario) el texto ancla su misterio (¿es antes?, ¿es justo ahora?)

Segundo. Las imágenes, creo, son de las más logradas de su producción. La nube con forma de calamar que de algún modo se mete en la lapicera y desborda un mar de tinta, es muy compleja y elaborada, y al mismo tiempo hermosa.

Tercero. Para que piense. El corte de los versos si bien es siempre oportuno desde lo musical no lo es en cuanto a lo semántico. Es decir, a veces esos cortes solo oscurecen y hacen que sea más difícil llegar al lugar del sentido. Aunque ahora que lo escribo me parece una pelotudez porque muchas veces sus cortes apuntan voluntariamente a la polisemia (¿dice esto o aquello o ambos?)

Cuarto. Qué mejor herencia puede dejarle un padre a un hijo que una lengua cultivada que supone una cabeza cultivada, un corazón cultivado. Aunque no sé si la lengua es un remedio efectivo contra la soledad. En fin.

sergio dijo...

Obviamente me equivoqué y como soy un básico no puedo borrarlo y pasarlo a donde corresponde. Bueno.

sergio dijo...

Amigo:
Sabe, en esta instancia Juano podría avalar lo que en Un Tranvía llamado deseo dice Blanche (y Huma y Manuela, y Agrado en Todo sobre mi madre): siempre he dependido de la generosidad de los extraños. Y más en momentos de crisis como el narrado en la novela, cuando todos éramos los hilos sueltos del tejido social (descompuesto). O sea, estas desconocidas que, a priori podrían infundir temor, se re-portan con el Ulises hambriento y desvalido que es el protagonista. Y todo con música de fondo de Serún Girán. Más melancólico… ¡imposible!

Marisa Perez Alonso dijo...

¡Creo que Juano debe pasar por varias pruebas, como los héros clásicos, más que aventuras en esta ruta trazada por su amor a la colorada! Esas pruebas son frutos de la vida contemporánea y en lo hiperbólicas y desopilantes recide el encanto de este exiliado amoroso. Creo que esta prueba apunta a encontrar su lado femenino, sin perder su meta masculina. Sólo completarse.

Hernán Schillagi dijo...

Marisa: primero, gracias por comentar tan entusiastamente y con inteligencia.

Bastante lejos de ser un héroe clásico está este pobre Juano de la ruta. Sin embargo, recuerdo los personajes de las Mil y una noches argentinas de Draghi que debía sortear tantas pruebas, hasta 7 veces en algunos cuentos. Quén te dice que le haga un homenaje a Don Juan con Juano, jaja.

Está bueno lo que decís sobre "completarse" sin perder su meta masculina.

Un abrazo grande y peregrino.

Hernán Schillagi dijo...

Sergio: más allá de tu chochera de internauta que te hace confundir los post, me encantó el análisis que hiciste. Me sirve mucho para este poema (el del post anterior, ojo) y para los que siga escribiendo.

A ver, no siempre soy tan oscuro para construir las oraciones, los tiempos verbales, los cortes de los versos y las imágenes. Sin embargo acepto que este poema lo escribí casi como repujando un metal desconocido.

Repito, no lo hago siempre; pero creo que los tiempos verbales pueden tomarse licencias poéticas justamente en un poema. Nublar de tinta las acciones, perder los anclajes temporales y no ganar en atemporalidad.

Como muchos de tus interrogantes o apreciaciones los tratás de responder con bastante certeza, suscribo.

Un abrazo y nos vemos en el próximo comentario cruzado ;-)

Hernán Schillagi dijo...

Sergio: cuánta melancolía hay en ese "Eiti Leda", es cierto.

Resulta extraño, pero la generosidad viene de ese lado. Sobre todo en esa época donde luego de una década tan infame como superflua, todos habían ganado en mezquindad y recelo.

¿Por qué cuando se habla de travestis enseguida recurrimos al gran Pedro? No por nada en la foto del post está la chica Almodóvar Miguel Bosé (como decía Sabina). Pero aquí hay un punto que trasciende a esos personajes algo heavys, algo solidarios, algo cachafaces.

Seguiremos esperando la próxima peli del manchego.