sábado, 7 de agosto de 2010

Vianda terror delivery


La mañana es un cubo de hielo que todos vamos picando con la punta de los zapatos. ¿Qué querés, que en invierno haga calor? Me dice el carnicero. Le sonrío con el bigote lleno de escarcha y me voy con la bolsita colgando de uno de mis ateridos índices. En el camino, veo un 504 marrón estacionado frente a la casa de mi padre: el repartidor de la viandas.

Me acerco como para saludar y es inevitable comentar sobre el frío, la helada, los grados bajo cero, el peligro del monóxido, la hipotermia. Entonces, con la bandeja de los zapallitos rellenos aún en la mano, el repartidor nos larga -sin aviso- esta historia a mi viejo y a mí:

El auto del terror
«Mi barrio quedaba por las vías, donde pasa el canal matriz. No sé si por el lugar, o porque hace 20 años los inviernos eran más crudos, pero el frío era un tema serio allí. La cuestión es que siempre andaba un linyera que todos conocíamos de la canchita cerca del cañaveral. Una mañana lo descubrieron todo congelado y sin respirar, aunque había tratado de abrigarse con unos cartones y trapos. Entre los del barrio pagaron el sepelio y dicen que los de la cochería tuvieron que cagarle a combazos las piernas agarrotadas para que entrara en el cajón (cuando dijo esto, mi bolsa se volvió cenizas). Después fuimos con los chicos al velorio. Te acercabas al ataúd, estirabas la mano sobre el cadáver y sentías a 15 centímetros el frío que todavía le salía. Ah, buen provecho (aquí, los zapallitos explotaron)».

Así, el repartidor nos esboza una sonrisa gélida, cobra y parte en el peugeot; mientras con mi papá nos quedamos temblando, pero de otra cosa.

4 comentarios:

Proyecto Maria Castaña dijo...

Buena anécdota...¡y qué sensible resulto ser el poeta al dato escabroso! (Tampoco yo me hago la machita, de solo leer como metieron la pierna dentro del cajón se me puso la piel de gallina bajo cero).
¡A desagarrotarse, querido, que hoy a la tarde hizo una calorcita prometedora!

Hernán Schillagi dijo...

Paula: qué calor ni qué ocho cuartos. Ya anunciaron otro frente polar para este fin de semana. No hay piedad.

Es increíble cómo el terror puede estar hasta en la conversación más trivial y de a pie.

Este mucha repartidor contó la historia con la precisión del que la ha contado varias veces y nunca paró de sonreír. Estoy seguro que ve si ve un choque disminuiría la velocidad para mirar la sangre derramada :-P

sergio dijo...

A mí estas historias escabrosas (no de terror sino de mal gusto) me gustan, sobre todo en situaciones más o menos inoportunas. Inmediatamente mi cerebro humorístico las procesa y se convierten en algo pa la risa. No sé, funciono así.

Hernán Schillagi dijo...

Amigo: le comento urgente, porque la señal del servidor anda como esta esta crónica: de terror!

Hablando de "Crónica", hay gente que anda por la vida con frases que parecen la placa roja sensacionalista del canal de noticias.

Qué bueno que funcione tu mente así, el humor cura las heridas, el mal gusto y el amarillismo de barrio ;-)