Salgo el lunes del odontólogo y el
flaco que cuida los autos (me niego a la sinécdoque macrista de
«trapito») está terminando de darle brillo a las gomas del mío. Es un
Daniel San con el Blem como maestro inspirador. Mi auto está debajo de
un paraíso en flor y hay pelusas sobre todo el techo. «Esto con el
viento se limpia», se excusa Daniel ante el señor Miyagi. Le cuento que
dos días antes me agarró la lluvia cuando iba para la Feria del Libro y
que, además, tuve que sortear a otro
cuidacoches que me lo quería lavar. «Ya está comprometido, jefe», le
había dicho. El flaco infla el pecho y me dice que se muere de ganas de
ir a la Feria, que a él le cagan de gusto esas huevadas (así lo dijo),
que hace un mes había visto dos libros en el Carrefour: «Cincuenta años
de soledad» y ese otro, el de «Las sombras de Grey». Sonrío sin ironía y
le quiero destrenzar la confusión con los títulos, pero arremete
entusiasmado diciéndome que había escuchado en la T.V Pública que alguien
hablaba del trabajo que hacía García Márquez con el adjetivo y que le
había abierto la cabeza. Entonces le recomiendo que no deje de ir, le
pago y le aclaro -como chicana cómplice- que el pibe de la Feria me
quería cobrar más barato que él. Nos reímos y me subo al auto sabiendo
que hablar de literatura y lealtad en los bordes de la calle, bajo un
paraíso que explota de verde, no tiene precio.
HERNÁN SCHILLAGI
No hay comentarios:
Publicar un comentario