¿Qué hacía una mujer entrada en años caminando por las calles del barrio con la tintura recién puesta y una bolsa de supermercado en la cabeza cual aureola ondulante? Algo es cierto: un mínimo de coquetería había en ella, ya que ocultaba químicamente sus canas. Sin embargo, ¿qué la habría obligado a salir con tanta premura y sin reparar en su aspecto tan celestial como bizarro? Hablaban de una oferta. Yo creo que era un ángel.
HERNÁN SCHILLAGI
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