Releí Mortal y rosa de Francisco Umbral. Novela lírica que se sostiene en
el ensayo y lo confesional. No cuenta, tañe. Por eso, en cada nota
emitida, la metáfora se hace carne y núcleo narrativo. «Estoy oyendo
crecer a mi hijo», dice en un endecasílabo suelto y abandonado, pero que
se convierte en el agujero negro donde la materia anecdótica es
absorbida y resignificada. La tragedia atraviesa todo
el libro: el hijo ha muerto a los 5 años. Umbral apela a la «memoria
simultánea» para narrar el dolor. El libro fue escrito -dice- en el
transcurso de la enfermad hasta el fallecimiento. Tenso, así, un arco
hasta La novela de la poesía de Tamara Kamenszain. Ella reflexiona
sobre la imposibilidad de hablar de la muerte en un poema y dispara: «La
prosa poética ya fue/ la novela lírica con evocaciones de infancia/ ya
fue ya fue ya fue/ la poesía que se las da de narrativa/ también ya fue
salvo cuando cuenta...». Entonces, una revisión obligada de mi escritura
en estos últimos años se impone. Creo que estoy nervioso, pero
expectante.
HERNÁN SCHILLAGI
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