Ellos son dos
autómatas y se abrazan. Tienen la orden de hacer bullir el aceite de su sangre
para que los mecanismos internos funcionen a la perfección. De pronto, el ojo
telescópico de él visualiza a un insecto alado en la nalga de acero de su
torneada co-equiper sexual.
Identifica las pintitas blancas del mosquito y sin dudarlo, por una piadosa
sanidad, cachetea el culo de ella. El sonido, tan dulce de perverso, los
despierta y los vuelve humanos.
HERNÁN SCHILLAGI
del libro de relatos El dragón pregunta.
2 comentarios:
Responder al amor por una orden, que la dulzura devenga de la perversión, que el sonido los vuelva humanos son joyitas en el engranaje de este microcuento. Siempre me dejás algo nuevo, pulido, brillante (en los muchos sentidos de las palabras). Te extraño por mi blog.
Un abrazo, poeta.
Dulce sonido... como venía la historia, uno podía imaginar un sonido chirriante, deagradable, bah, un ruido molesto, tanto como la misma ciber-mosca. Pero no, sonó a cascabeles el nalgazo y ese par de personajes fueron carne y el humor de la situación descontracturó sus engranajes.
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