
Punto muerto/Dichoso aquel
Qué descansada vida la del que huye hacia el mundanal ruido en cuatro ruedas y motorizado. Luego de apechugarla años y años a pie o, en su defecto, en bicicleta, tengo un auto.
Primera/Un poquito a pie y otro caminando
Apenas empecé a trabajar, la escuela me quedaba a más de dos kilómetros, así que me los caminaba casi a diario. La mirada del que transita con sus dos extremidades inferiores es muy diferente a la de los cómodos automovilistas. El relieve de las veredas se vuelve una geografía amenazante, el lado de la sombra es la región a conquistar y el sudor en la frente se vuelve un combustible más que renovable. El peatón jamás llega tarde, ya que es el único estúpido que debe salir más temprano que todos. Recuerdo que veía pasar tantos autos por el bulevar y pensaba “aunque sea uno de estos podría llevarme”. Ese tipo de solidaridad urbana nunca sucedió, era más factible que me pidieran que los empujara porque no les arrancaba el motor.
Segunda/El profe “Buenaverdura”
Después me encaramé a una bicicleta azul. Reacondicionamos la que le habían regalado a mi mujer a los 15 (¡porca miseria!). Creo que Atlas no ha soportado tanto peso en sus hombros como yo en mis dos piernas. La bici era carne de perro, pero estaba hecha con el acero de los cañones del Ejército de los Andes: un plomo con ruedas. Sin embargo, ser ciclista es otra cosa. Ya podía salir 20 minutos después al lugar de destino, pasar los s

Tercera/Máxima velocidad
Sin embargo, el hada madrina de las ciudades convirtió el zapallo de la bici en un Citroën 3CV rojo, modelo 75. Un añito más que su dueño, el latoso; aunque quizá más entero. No será la citronave que llevó por toda la Península Ibérica a los personajes de “La balsa de piedra” de Saramago, pero arranca a la primera en las mañanas. Para meter los cambios hay que hacer más fuerza que para manejar un tractor con arado y en las calles con serruchos salta más que un canguro con colitis. No por nada el techo es de cuerina y rebatible. Es preciso que la cabeza del conductor no esté rota para manejar, por eso no paso de los 50 km por hora.
Marcha atrás/Los que de un falso 0km se confían
Creo que uno es peatón hasta que se demuestre lo contrario. ¿De qué modo? Odio buscar estacionamiento, me pone nervioso el semáforo y los malabaristas, aún no me saco mocos esperando la luz verde, me olvido de apagar las luces y cerrar con llave las puertas. ¿A quién le devuelvo este miedo a que me lo roben/rayen/abollen o caguen las palomas? Hasta el momento, la sabiduría de Quino en la voz de Mafalda me reconforta cuando se refería al Citroën: “Es uno de los pocos autos en los que lo importante sigue siendo la persona”.