domingo, 25 de marzo de 2012

Sola y su arma



La mujer se pone de pie. Esos golpes contradicen con furia su soledad en el universo. Camina con paso firme hacia la puerta. «Todos los seres han muerto», repiten ajenos sus labios. Abre. El libro, como un gatillo, ya le quema en los dedos.


HERNÁN SCHILLAGI

sábado, 17 de marzo de 2012

Un poema accidental



al azar un libro


diez horas de viaje en la ruta
llanura sol pastizales y más ruta la nena
duerme mi mujer lee los bichos se estrellan
contra el parabrisas y son una lluvia
de muerte tan solo para nosotros

saco al azar un libro del bolso
el primero que asoma «eclipses y fulgores»
de olga orozco leo el poema «con esta boca
en este mundo» y me dejo llevar

mi mujer baja su libro y me dice
«estamos atravesando la pampa
y vos justo leyendo a olga
las casualidades sí existen»

el colectivo de larga distancia
transporta cuerpos silenciosos
entregados a la velocidad y los accidentes
pero mi cabeza es arrastrada a los gritos
por otra «corriente secreta de los grandes ríos»
otra casualidad programada que falla
para así renovar el asombro del alfabeto
perdido en la ruta ante la llanura el sol y los pastizales


HERNÁN SCHILLAGI

sábado, 10 de marzo de 2012



Nadie se atrevió a contar qué es lo que vieron los basureros de Praga esa noche. Un bulto enorme, pero liviano llamaría la atención de cualquiera. Abrieron la colcha a la espera de algo monstruoso, aunque se encontraron con un esmirriado joven, un poco encorvado y pálido. Un cadáver común y corriente, sí, en los fondos de la respetable casa de la familia Samsa.


HERNÁN SCHILLAGI

martes, 6 de marzo de 2012

Un poema para olvidar



solo para emergencias


tu asiento bien podría ser
un simulador de vuelo pero no

vas en línea recta con los demás pasajeros
el corazón a los saltos por cada bache
badén lomo de burro y frenadas sin aviso
que logran mezclar la materia luminosa de tus sueños
con las sombras de la realidad

hace cuarenta minutos que sos parte
de una cápsula metálica que atraviesa fugaz
las entrañas del suburbio el chofer
prende la radio y es agua que cae de los parlantes
y te salpica «mis manos ya son de barro
de tanto apretar el dolor» entonces
te das cuenta de que nunca vas a llegar a tiempo
cuenta de que es imposible dejar al olvido
en alguna parada hacerle una promesa fácil
y seguir solo como si una emergencia
en la mitad de la noche
justificara toda cobarde fuga



HERNÁN SCHILLAGI