miércoles, 30 de junio de 2010

Suárez y la leyenda de las cosas perdidas



La lógica lo permite. Por eso un día, Suárez comenzó a encontrarse con todo lo que alguna vez había perdido. Al principio, cosas sin importancia como unas bolitas japonesas, las llaves de su primer auto, un magiclick gastado. Luego, las botellas que había consumido, los amigos de la infancia, las novias de la adolescencia.

El control remoto lo seguía como un perrito faldero, las monedas de cinco centavos se le abultaban en los bolsillos hasta no dejarlo caminar. Suárez se mudó a casas cada vez más grandes. Compró vastos baúles sin llaves, para no tener que extraviarlas y recuperarlas después. Modificó su rostro con dolorosas operaciones, pero los viejos amores y las amistades de antaño se las ingeniaban para cruzarse en su camino. Las acusaciones de poligamia, de latrocinio y de avaricia ya no cabían en su museo ambulante y personal.

Cansado de haberse convertido en un agujero negro donde ninguna partícula material, ni siquiera los fotones de luz podían escaparse; Suárez estiró la mano, buscó sin titubear en cualquiera de los cajones de un armario y sacó un revólver para llevarlo hasta su frente. Disparó. Nada. El arma no estaba cargada. Rastreó las balas por sus habitaciones con una sonrisa irónica. Nada otra vez.

A las cuatro horas de revisar hasta debajo de las baldosas, Suárez se dio cuenta de que estaba curado, libre de su magnetismo impiadoso. Sintió nostalgia por un breve instante. Ahora le quedaba recuperar solamente la sorpresa de los pasos perdidos de su antigua vida entregada al azar.

lunes, 21 de junio de 2010

Fahrenheit 451 (o cómo festejar el día del libro)



Martes 15. Día del Libro. Me invitan de una escuela primaria para que los alum-nos de séptimo me hagan una entrevista. Si el libro tiene su día, el año –pienso- es un libro ajado y cada jornada es una hoja que vamos pasando, pero sin regreso.

Entro a una sala que parece la preceptoría o la secretaría, no sé. La escuela es un caos alegre, ya que las maestras han decidido hacer actividades extraordinarias al pizarrón y la tiza: el escritor invitado (o sea, yo)/ dramatizaciones de cuentos clásicos (Los tres chanchitos, La Caperucita roja, entre otros)/ ronda de cuentos y canciones.

Hago banco con un grupo de padres. De lejos se siente monótona la Oración a la Bandera. De pronto, una de las madres eleva un libro sobre su cabeza y lo deja caer ruidosamente sobre un escritorio de lata y le dice a un padre:

-¿Podés creer que tengo que dejar de hacer las cosas de mi casa para venir a leerle un cuento a mi hijo?
-A éstas se les ocurren cada cosas. Y eso que mi mujer da Lengua, dice el hombre.
-La verdad –contesta la madre desencajada- que los libros sirven para prender el fuego del asado. Todos los años los apilo, y nada.
-Sí, y para – entonces se detuvo. En ese momento mis orejas estaban a 451 grados fahrenheit-. No, tenés razón. Sólo sirven para encender el asado.

Si el libro tiene su día, ese martes fue una hoja arrancada. ¡Un aplauso para el asador!

domingo, 13 de junio de 2010

Milonga de Pereyra




Traiga cuentos el teclado
de cuando en Google buscaba
cantos del pop y de Abba,
de auriculares y un cíber;
éste es otro Boca y River
que empieza cuando se acaba.

Venga la historia de ser
un treintañero sin dueño
que arruga sin fe su ceño
frente a un monitor, un mouse
y como en un vals de Strauss
busca en videos un sueño.

Velay, además, la historia
de catorce adolescentes
que juegan en red sus mentes,
sus oídos e ilusiones;
y disparan a montones
un tiroteo inconsciente.

Suele hasta un blogger perder
la paciencia en este viaje
virtual, sin un equipaje
que ayude en esta contienda,
y desde el acné comprenda
un quinceañero sin traje.

Cuando este guapo Pereyra,
cansado del “no” sin “sí”
miraba a Julie Delpy
cantando al atardecer,
le gritaron sin temer:
"callate vo’ no existí".

Con demora y sin apuro
el guapo presionó pausa,
mas ser suicida con causa
no abulta la valentía
pensó: "la con… de tu tía,
el que se va, se encauza".

Así conté la verdad
veloz como un microbit
que sin la onda de David
hiere sin piedra a Goliat.


En la persona de Sergio, para todos mis amigos escritores que acuden a un monitor como una brújula. Feliz día y sigan escribiendo.