
Cuando me subís al micro quiere que lo sentamos en filas separadas. Primera. Segunda. Tercera. Pero un singular grito nos vuelvo un puño cerrado: «al fondo hay lugar». Llorás un pibe, cantamos esa vieja un bolero, temed yo una mano indebida. Hasta que algunos tocaste el timbre y las primeras personas bajan al frío de la plaza con los brazos estirados al tope para que nadie los abracemos.
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ResponderEliminarY yo que estaba "atrás" como rugió el chofer, me enredé en el vértigo de un batallón de personas con verbos equivocados que pugnaban por bajar en plural y en singular en la plaza de Julio.
ResponderEliminarBuena experimentación en estos tiempos donde "experimentar" es sinónimo de revolver la basura y no las palabras.
Paula: este microrrelato sería una experimentación o el perpetramiento de alguno de nuestros alumnos sobre la correlación verbal. Cualquiera de las dos formas es divertida.
ResponderEliminarSé que "jugar" con el lenguaje está "demodé". Cortázar, Benedetti y otros tantos lo hicieron ya y maravillosamente. Sin embargo, el apretujamiento de "personas" en el colectivo altera cualquier conjugación posible. Con una pizca de la soledad en las ciudades y todo es más que actual.
hermoso viaje =)
ResponderEliminarLibélula: sí, lo confuso sabe ser bello. Como perder por un momento la identidad y dejar de ser una primera persona.
ResponderEliminar¡Hummm! Ese último comentario tiene un chivo encubierto, señor "pájaro de tierra".
ResponderEliminarMe gustó mucho como esa confusón de verbos y personas refelja no sólo la confusión de las (en Chile es femenino) micros llenas, sino que también la incomunicación y la desconexión de las personas.
ResponderEliminarlas micros son a final de cuentas no lugares, y en los lugares las personas son no-personas y las no-personas, seguramente, tienen unas no-categorías gramticales.
Saludos.
Milo: sí! Imaginate si este/a micro hace un viaje a tu país, la confusión se agravaba de los verbos a los géneros. Y de individuos plurales pasábamos al travestismo. ¡Cómo no se me ocurrió! Jaja.
ResponderEliminarMe gustó mucho tu reflexión acerca de los medios de transporte públicos como "no-lugares" y su despersonalización.
Abrazos
Si bien tu reflexión está buena, Milo, no comparto tu idea de que un micro es un "no-lugar" como un shopping. Los micros que transitó mi agónica juventud eran tan personales. Cada uno con sus olores, sabores y texturas propias. Sus inefables choferes e inspectores. Te diría que cada interno era un país aparte y agarrate si tenías que cruzar la "frontera" de la chancha motorizada "San Martín - Palmira Sur" (pueblo donde vivo).
ResponderEliminarPaula: también es cierto. Una y otra vez vuelvo a ese ámbito móvil de los micros, ora en un poema, ora en un relato. Creo que es un "lugar" y un "no-lugar" al mismo tiempo. Pero cuando tenemos que tomar todos los días la misma línea, se convierte en una casa rodante: la misma gente, el mismo chofer y los mismos asientos sucios.
ResponderEliminarIgual creo que no hay nada más heavy que el micro común que va a Mendoza por Rodeo del Medio.